El encuentro musical será este sábado en el recién nombrado barrio mágico de la capital de Hidalgo
La Tuna de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México visita al Primer Barrio Mágico de Hidalgo.
La cita es en el Barrio El Arbolito, sábado 25 de marzo a las 19:00 horas, en el Arco del Arbolito (calle Galeana, esquina con Guerrero)
El colectivo Arbolito Cultural invita a la actividad: “Ven y disfruta de una velada romántica, con amigos y familia canta, disfruta y conoce el barrio con la Tuna”.
“Las tunas” iniciaron hace 800 años en las ciudades de Salamanca, Lérida y Valladolid, en España, entre los estudiantes der bajos recursos.
Son cantos, son alegres, audaces, románticos, divertidos; sus trajes negros: jubón, pantaloncillo a la rodilla y capa negra llena de listones y parches.
Para muchos es una estudiantina, pero en realidad es la tuna, una tradición universitaria con ocho siglos de antigüedad en Iberoamérica, y un elemento que da sentido de pertenencia e identidad a sus integrantes.
En la UNAM hay poco más de 10 tunas activas: en las facultades de Ingeniería (FI), Economía (FE), Derecho, Química, Contaduría y Administración, Medicina Veterinaria y Zootecnia, y de Estudios Superiores Acatlán.
También hay tunas femeniles en Psicología, Ciencias Políticas y Sociales y en la Escuela Nacional de Trabajo Social, además de la Tuna de distrito de la UNAM y su contraparte femenil, La Tuna Azul y Oro.
Gonzalo Camacho, investigador y académico de la Facultad de Música (FaM) de la UNAM, indicó que estas agrupaciones siguen vigentes, a pesar de los embates de otras propuestas musicales.
“Es posible que a los jóvenes de ahora les parezca rara la vestimenta de los integrantes de las tunas, “pero en estas agrupaciones es muy seductora la vida bohemia, el gusto por cantar y cortejar a las chicas con canciones: disfrutar ser joven”, dijo.
En cuanto a sus repertorios, señaló que las tunas actuales se van renovando al incorporar canciones y ritmos, ejecutados con instrumentos clásicos: guitarras, mandolinas, mandurrias, maracas, castañuelas, contrabajos, violines y panderos.
“Se integran canciones que se ponen de moda y eso hace que no se anquilosen; combinan el pasado con el presente.
Las piezas que se transmiten a través de la oralidad ahora también danzan con las canciones de moda”, explicó el académico.
Cantar para vivir
Con el surgimiento de las universidades en la península ibérica, entre los siglos XII y XIII, cientos de jóvenes acudían a las aulas, muchos con pocos recursos.
Eran habilidosos con los instrumentos musicales, así que acudían a hostales, fondas y mesones para ganarse unas monedas y una sopa con sobras de los guisos; por ello, eran conocidos como ‘sopistas’.
Además de costear sus estudios, se les vinculó con la diversión por su carácter pícaro y festivo.
Una de sus actividades favoritas era “hacer la ronda”, escabullirse en la oscuridad para llevar serenata al balcón de una dama.
Por tradición, dentro de estas agrupaciones pocos integrantes dan su nombre real; prefieren ser nombrados por sus alias, con el que comienza su sentido de unidad.
Christian Castillo, miembro fundador de la tuna de la Facultad de Economía comentó que pertenecer a ella “brinda un estilo de vida”.
Joshua, de la tuna de la FI, que tiene 52 años de haberse fundado, compartió que su interés por pertenecer a este grupo se debió a su gusto por la música, pero también “a que es como una hermandad, en donde todos se apoyan”.
Una familia que crece aunque venga de otra facultad, como es el caso Camaleón, de la Facultad de Ciencias, quien busca continuar con esta tradición.
En tanto, Ornitorrinco aprendió a tocar el pandero, uno de los instrumentos principales.
“Se trata de contagiar de alegría, de energía; es un instrumento que resalta en las presentaciones”.
La tuna de Ingeniería es una de las más antiguas, está integrada por ocho tunos y alrededor de 10 pardillos y aspirantes, además de sus ramificaciones, concluyó Manatí, uno de sus dirigentes.