EL SILENCIO DEL PODER: CUANDO LA SEGURIDAD SE RESQUEBRAJA

EL SILENCIO DEL PODER: CUANDO LA SEGURIDAD SE RESQUEBRAJA

Por Yarely Melo Rodríguez
#PoderConPropósito | #RADICAAL | #MujerSoberana

Hay silencios que protegen, y hay silencios que matan


El silencio que impone el miedo es el más peligroso de todos, porque convierte a las víctimas en cómplices involuntarios del poder que las oprime. Ese silencio que se disfraza de prudencia, pero en realidad es la antesala de la impunidad.

El 15 de octubre de 2025, el portal Nueva Imagen de Hidalgo publicó una nota estremecedora: la alcaldesa de Tepeji del Río, Tania Valdez Cuéllar, declaró públicamente que teme por su vida.


Esa frase —tan breve como contundente— no solo revela el riesgo que enfrenta una mujer en el ejercicio del poder; es también un punto de inflexión que desnuda la fragilidad de los cuerpos de seguridad pública en el ámbito municipal.

La pregunta surge inevitable: ¿Están preparados nuestros cuerpos policiacos para reaccionar ante una amenaza real a la vida de una autoridad municipal?
Y la respuesta no debe buscarse únicamente en la falta de equipamiento o en el esquema de contratación, sino en algo más profundo: la responsabilidad política y ética de quien dirige a la policía municipal.


Porque el problema no es solo operativo, es estructural.  Y comienza por el mando.

El 15 de octubre no solo quedó evidenciado un riesgo: también se activó una respuesta. Tras la declaración de la alcaldesa, el gobierno estatal reincorporó de urgencia a Tepeji al esquema de Mando Coordinado, asumiendo la dirección operativa de la policía local para reforzar su capacidad de respuesta.

En Hidalgo, 74 de los 84 municipios operan actualmente bajo el modelo de Mando Coordinado, con convenios formales firmados con el estado. Solo 10 municipios —entre ellos Progreso de Obregón, Tepetitlán, Jaltocán, Huautla, Lolotla, Xochiatipan, Chilcuautla, Tezontepec de Aldama y San Salvador— han decidido no adherirse al esquema.


Este modelo implica que el estado asume la estrategia operativa, mientras el municipio conserva funciones administrativas.  No significa perder autonomía, sino compartir responsabilidad para garantizar seguridad real.

Pero incluso con ese modelo vigente, el caso de Tepeji nos recuerda que la coordinación llega tarde cuando el mando político no asume su deber desde el inicio.

El asesinato del presidente municipal de Pisafloresfue otro recordatorio brutal.
No fue un hecho aislado: fue el síntoma de un sistema donde la prevención falla, la inteligencia local no existe, y los mandos municipales —sin profesionalización ni respaldo real— terminan siendo las primeras víctimas del vacío institucional.

Una policía sin capacitación, sin recursos y sin dirección clara es una estructura sin alma: puede portar uniforme, pero no ejerce autoridad legítima.

Desde 1970 Hannah Arendt escribió sobre la relación entre el poder y la violencia, y cómo la amenaza a la seguridad puede poner en riesgo el poder. 

Cuando la autoridad tiene que recurrir a la violencia —o cuando la violencia se vuelve su respuesta natural—, lo que está en crisis no es solo la seguridad, sino el poder legítimo del Estado. Y cuando una mujer gobernante dice que teme por su vida, el mensaje es demoledor: la violencia ya no solo amenaza a la sociedad, sino a la representación misma del poder público.

El silencio institucional que sigue a estas declaraciones es tan grave como las amenazas mismas.
Ese silencio cómplice —el de las instituciones que no responden, el de los mandos que evaden su deber, el de los colegas que callan para no incomodar— perpetúa la impunidad y normaliza el miedo como parte del servicio público.
Ese silencio es una forma de violencia política.

México necesita romper ese silencio.
Necesita revisar el fondo de su sistema de mando coordinado y preguntarse si realmente protege a quienes representan al pueblo y al pueblo en sí.
Y necesita, sobre todo, un liderazgo municipal capaz de asumir el poder con responsabilidad y preparación, no con miedo ni simulación.

No se puede gobernar con miedo, pero tampoco se puede ignorarlo.
Callar frente a la violencia es renunciar al poder.
Y en política, quien renuncia al poder por miedo, se lo entrega a la violencia.

Yarely Melo

 

Abogada y Maestra en Administración Pública

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