Las corridas de toros y la política no son arte
Por: Fernando Hidalgo Vergara @FHidalgoVergara
Regresaron las corridas de toros a la Plaza México, el llamado “coso de Insurgentes”, el primer ruedo de América y el tercero del mundo taurino detrás de la Maestranza, de Sevilla y LasVentas de Madrid.
Quienes son aficionados a la tauromaquia no encuentran un solo argumento lógico, científico ni moral que justifique el terrible maltrato del que son objeto los bureles en una corrida.
La llaman “fiesta” y en el colmo de la demencia, “arte”, cuando está a años luz de significar algo parecido a lo que son la música, la pintura o la danza.
Se confunden profusamente, pues los toreros no son artistas, por supuesto. A lo mucho, son unos habilidosos domadores que, armados, asumen el riesgo que implica enfrentar a un toro de 500 kilos furioso y, a la postre, lastimado.
Son también, si acaso, musos inspiradores del arte, ese sí, de personajes inmortales como Agustín Lara, Francisco de Goya, Pablo Picasso, Edouard Manet, por mencionar a los más famosos.
De acuerdo con la enciclopedia “Pasión taurina con historia”, publicada por el diario español ABC, en una corrida de toros se lidian seis toros bravos o de lidia y participan en la misma los toreros junto con sus respectivas cuadrillas compuestas por banderilleros y picadores, en el caso de la lidia a pie, o por auxiliares cuando la lidia es de rejoneo.
Cada faena suele durar un promedio de 20 minutos, luego de superar los “tercios”.
Los amantes de la tauromaquia defienden lo indefendible, defienden una tradición que involuciona hacia el maltrato animal, defienden su sentimiento con argumentos peregrinos y meramente sentimentales.
El toro siente dolor, siente miedo, el toro es un animal que siente porque tiene un sistema nervioso central que le hace padecer sufrimiento cuando es herido con un arma. Como ocurriría con cualquier humano.
No, la tauromaquia ni es arte ni es cultura ni es moral, es solamente una tradición.
La Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación revocó la suspensión definitiva otorgada a una asociación civil, al estimar que para su concesión no se cumplieron los requisitos mínimos que previene la Ley de Amparo.
Ante ello, las corridas de toros pueden volver a celebrarse en la capital del país, en tanto se resuelve el asunto de fondo por el Juez Federal que lo analiza. La sentencia de reapertura es un retroceso innecesario e inobjetable, aun por la salvaguarda de las libertades y derechos de quienes viven de esa industria.
Hubo quienes se manifestaron de inmediato, sobre todo quienes forman parte de la sociedad civil organizada.
A otros, como por ejemplo integrantes del Partido Verde Ecologista, que en 2021 apoyaron el amparo, o a sus aliados en todo el país -salvo la propia Ciudad de México– les pasó de noche.
No se manifestaron, no se expresaron en sus redes sociales como hacen con prontitud para otros menesteres.
Eso demuestra que, en el colmo de la incongruencia y la hipocresía, solo buscan votos y no la salvaguarda de los derechos de los animales que generan grandes cantidades de dinero.
Como dijo el inmortal Eulalio González “piporro”: del toro, quiero cabeza en vez de cola, para hacerla en barbacoa y en honor de la cuadrilla, pellizcarla con tortilla y rociarla con cerveza, hasta darle la puntilla.
Y olé.