El Estado Laico, al demonio
La iglesia católica, la que piensa en siglos y no en elecciones, tiene en el argentino Jorge Mario Bergoglio, mejor conocido como el Papa Francisco, a un secular pero efectivo operador político.
Tanto, que las candidatas presidenciales de México, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, presumieron a través de sus redes sociales sus reuniones con el jefe del Estado Vaticano, quien recibió a las dos aspirantes de manera privada.
Tanto la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena-PVEM-PT),de ideología de izquierda, se supone alejada de lo místico y religioso, como la de Fuerza y Corazón por México (PRI-PAN-PRD) Xóchitl Gálvez, ella sí, más del lado del “mochismo” panista, publicaron las fotos de sus encuentros con el Sumo Pontífice.
Gálvez Ruiz destacó que el Papa le deseó la mejor de las suertes, así como que la candidata le reafirmó su “fe por Dios y la iglesia católica”, lo cual no causa extrañeza.
Sheinbaum Pardo, aseguró por su parte que fue un “privilegio” ser recibida por el Papa en su despacho privado y afirmó que sostuvo el encuentro por espacio de una hora “que nunca olvidaré”.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece, en su artículo 130, el principio histórico de la separación del Estado y las iglesias, así como la libertad de creencias y de culto.
También señala, por cierto, que el Estado no podrá establecer ningún tipo de preferencia o privilegio en favor de religión alguna.
Tampoco a favor o en contra de ninguna iglesia ni agrupación religiosa.
Amén (en el más estricto sentido de manifestar aquiescencia o el vivo deseo de que tenga efecto lo que se dice) de que son solamente candidatas y de que probablemente, en otro momento, busquen jerarcas de otras religiones, el que hayan sido recibidas con unas pocas horas de diferencia por Bergoglio es señal del colmillo largo y retorcido, así sea bendito, del clérigo, y la bisoñería política de nuestras candidatas.
La iglesia católica hace más política que milagros, en la inteligencia de que es manejada por hombres y no por Dios.
Así lo asumirá nuestra próxima presidenta de la República.
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