Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

¡Están desesperados! Pero el gran ganador es Julio Menchaca

La recurrente frase, espetada a los adversarios en conferencias de prensa y eventos políticos, pretendía dejarle ver al electorado que las condiciones de la campaña eran otras a las que en realidad ocurrían.

Es decir, cuando candidatas o candidatos priistas recurrían a esa frase, convertida en lugar común -y muy corriente- su objetivo era engañar a la ciudadanía y plantear un camino de igualdad o, cuando menos, cercanía con las verdaderas preferencias que durante toda la campaña se dieron.

Tal caso que la recurrente frase fue utilizada por priistas y panistas, en el estado y a nivel federal, con el único propósito de engañar.

Esta obviedad podría parecer inane si no se pierde de vista el hecho de que el engaño es precisamente la principal razón de la estrepitosa derrota electoral que sufrieron los partidos opositores.

Ayer domingo, la Secretaría Ejecutiva del Instituto Nacional Electoral (INE), Claudia Edith Suárez Ojeda, dio a conocer que, luego de los cómputos distritales de la elección presidencial, la votación total cuantificada es de 60 millones 115 mil 184 votos, lo que representa el 61.04 % de participación de la ciudadanía inscrita en la Lista Nominal de Electores.

En Hidalgo, el gran ganador fue el gobernador Julio Menchaca Salazar, en su calidad de jefe político del partido que lo postuló y llevó a ganar la gubernatura con similares condiciones de aplastante facilidad.

Sus candidatos y candidatas aplastaron a los adversarios de su proyecto político, a quienes buscaron a toda costa desprestigiar su aún joven administración a través de infundios, como los casos de persecución política acusados, sin pruebas ni denuncias, por parte del Grupo Universidad, encarnado ahora en la sangre roja del Partido del Trabajo.

O en los veniales ataques de Rubén Moreira, diputado federal con amplios intereses en la política hidalguense.

Por la propia Carolina Viggiano, cónyuge de este, quien secundó los ataques, dándoles privilegio por encima de la necesaria, obligatoria e indispensable renovación del discurso priista, muerto hace décadas.

Por el panismo, encabezado, de facto, por Asael Hernández, quien atizó la inverecundia opositora, sin más argumento que desacreditar sin antes acreditarse.

Es innegable que los porcentajes de la victoria del equipo político de Menchaca se desglosan en la ola obradorista, la envión propia menchaquista y, en gran medida, el repudio hacia la oposición.

“Están desesperados”.

Sí, ahora sí.


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