Suponiendo… sin conceder

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Las “nuevas generaciones” y su aversión a los datos duros

Cuando los datos duros, no los “otros datos” no favorecen la narrativa de su causa, aparecen las descalificaciones, los prejuicios y los enojos.

Con un “defiendes al Prian”, o “eras vocero del viejo régimen” cortan el diálogo y asumen una postura radical y virulenta.

Así son las “nuevas generaciones”, entre quienes destacan, por ejemplo, los hijos del expresidente Andrés Manuel López Obrador.

Quizá no sean tan nuevos, pero sus carreras políticas y empresariales son tan recientes como el sexenio de su padre al frente de la presidencia de la República.

No toleran la crítica ni las investigaciones periodísticas, aunque estas vengan acompañadas de documentos oficiales, contratos públicos y datos duros que no dejan espacio a la interpretación.

Es la misma narrativa que el padre ha construido en Palacio Nacional: “no me ataquen, yo soy el pueblo”. Pero trasladada ahora a una generación que no fue electa, que no tiene cargos públicos, y que sin embargo está bajo el escrutinio ciudadano por su cercanía con el poder.

Las honrosas excepciones existen, como cualquiera que confirma una regla.

En Hidalgo, por ejemplo, Alejandro Velázquez, secretario del despacho del gobernador, discreto, sin aspavientos -al menos públicos-, con un control de emociones mayor incluso al del entorno que le acompaña.

Susana Ángeles, expresidenta de Tizayuca y hoy funcionaria federal, excepcional preparación académica, serena con sus expresiones públicas.

Miguel Tello, aunque más radical y de piel más sensible, comprende que en las redes sociales está la veta de su discurso.

¿Quién más?

La juventud obradorista, en su mayoría, aún no entiende que el escrutinio no es ataque, es obligación democrática.

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