Suponiendo… sin conceder

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Nariz Roja, su prestigio, su drama. Sus otros datos

En su primer informe, la presidenta Claudia Sheinbaum presumió un dato redondo: “más del 90 por ciento de abasto de medicamentos en todo el país”. Una cifra impecable para la tribuna, digna de aplauso y propaganda.

Pero la realidad tiene testigos incómodos. Nariz Roja, la organización civil que se ha ganado prestigio y credibilidad a fuerza de acompañar a niñas, niños y adultos con cáncer, corrigió la plana: en los hospitales públicos, lo que faltan no son discursos sino medicinas. Y lo que sobra, son pacientes obligados a peregrinar por antibióticos, oncológicos y tratamientos que simplemente no están.

Nariz Roja no es oposición política. No es un grupo de interés. No es un partido. Su prestigio está a salvo incluso de los comunicadores del bienestar, miserables mercachifles del oficialismo.

Es la voz de quienes viven —o mueren— por la ausencia de un frasco, una tableta, una quimioterapia. Cuando una organización con esa autoridad moral desmiente al poder, lo que queda expuesto no es un error estadístico, sino una mentira de Estado.

El 90 por ciento de la presidenta podrá llenar páginas de informe. Pero la verdad está en la cama del hospital: ahí donde los porcentajes se convierten en desesperación. Y ahí, el único indicador válido no es la cifra oficial, sino si el paciente recibe o no el medicamento que le puede salvar la vida.

El presidente de la asociación civil Nariz Roja, Alejandro Barbosa, afirmó que las cifras sobre el abasto de medicamentos presentadas por la presidenta Claudia Sheinbaum en su primer informe “son mentira en un 90%”.

Nariz Roja es una asociación civil sin fines de lucro en México que apoya a pacientes con cáncer de escasos recursos, ofreciéndoles servicios gratuitos.

Hace apenas 10 días, una mujer que buscaba ser atendida por parte de las autoridades y médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se manifestó afuera de la clínica 1 ubicada en la avenida Madero en Pachuca, para demandar atención a su hijo de 23 años quien sufrió una fractura de cráneo por un accidente laboral y después de tres días internado, no le habían sumistrado un medicamento necesario para su recuperación.

Esa es la realidad, no la que se dibuja en la mañanera.

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