Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

Desde que fueron arrasados por su propia corrupción, cuando ganó la presidencia Andrés Manuel López Obrador, los partidos de oposición son unos muy caros espectadores en el juego político del país.

Ocurrió en la confirmación de las cámaras; ocurrió en la reforma judicial.

Ahora, ocurrirá de nuevo con la comisión Presidencial para la Reforma Electoral que se viene.

El titular de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, Pablo Gómez Álvarez, dijo que el régimen de partidos políticos, la institución y organización de las autoridades electorales permanecen igual desde hace años, “no es congruente con la situación política actual del país”.

Un exdiputado opositor, plurinominal, dice que el actual sistema no es congruente con la situación del país.

En otrora aguerrido pilar de la resistencia señaló que la comisión tendrá como objeto “convocar al pueblo –ese ente arrastrado a conveniencia– a expresarse sobre la reforma electoral conveniente para México y realizar estudios sobre ese mismo tema”; en tanto, los foros y debates serán en la sede de la Secretaría de Gobernación.

La oposición, como el chinito, unos, otros inventando estupideces como que esta reforma será el prolegómeno del regreso de AMLO a la presidencia.

Así de limitados. Así de inútiles.

No habrá interlocución, ni negociación genuina, ni contrapeso. La oposición queda relegada a la butaca de espectador, mirando cómo se define el terreno donde habrá de competir.

Una ironía: la cancha se pinta mientras los otros equipos están encerrados en el vestidor.

El artículo 41 de la Constitución federal establece que el sistema electoral es patrimonio de todas y todos, no del gobierno en turno. La autoridad electoral, los partidos y la ciudadanía deben ser corresponsables en su diseño y reforma.

Ignorar a la oposición es, en los hechos, privar a millones de mexicanas y mexicanos, sí, millones, aunque en el demagógico discurso oficial sea voluntad del “pueblo”, de la representación de sus votos en esta discusión.

Lo más inquietante no es sólo la exclusión, sino la oportunidad perdida: una reforma electoral bien hecha podría fortalecer la confianza en las instituciones y reducir la polarización.

En política, como en el fútbol, no hay partido limpio si uno de los equipos decide también ser el árbitro.

Síguelo por X:

administrator

Noticias Relacionadas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *