Es la incongruencia, estúpido
La reciente carta de Andy López Beltrán, en la que pretende justificar su viaje de vacaciones a Japón, no sólo es un pobre intento de control de daños, sino un recordatorio de la distancia abismal entre el discurso moralista del lopezobradorismo y la conducta real de quienes lo encabezan.
Durante años, su padre, Andrés Manuel López Obrador, repitió como mantra que la austeridad republicana no era una política, sino una “convicción moral”.
Esa convicción, según él, debía regir no solo la administración pública, sino la vida entera de quienes simpatizan con su “movimiento”.
Se burló de los fifís, denostó a quienes vacacionaban -o estudiaban- en el extranjero, como ahora lo hará su hijo menor, y acusó a los adversarios de llevar “vidas faraónicas” mientras el pueblo sufría.
Ahora, su hijo, a quien dejó al frente del movimiento, recorre Tokio en hoteles muy baratos y tiendas de lujo, y escribe una carta pretendidamente humilde, donde nos recuerda que su familia también merece descanso.
Andy no es un ciudadano cualquiera, es integrante de alto nivel de un partido político que vive de recursos públicos.
Es el hijo del expresidente y uno de los operadores políticos más cercanos a Claudia Sheinbaum.
Su papel dentro del círculo de poder lo convierte en una figura pública, no por méritos propios, sino por apellido y posición. En ese contexto, su viaje a Japón no es un asunto privado, sino un reflejo del cinismo con el que el poder se permite aquello que prohíbe moralmente a los demás.
Lo verdaderamente ofensivo no es el viaje —cada quien tiene derecho a vacacionar donde quiera y pueda—, sino la narrativa que por años construyó el presidente: esa en la que el verdadero militante de la 4T debía vivir casi en la penuria, vestirse con modestia, viajar en autobús y renunciar al placer de lo “superfluo”.
La pregunta no es si Andy López Beltrán puede ir a Japón en lugar de a Acapulco o Puerto Vallarta, como haría cualquier hijo del pueblo.
La pregunta es por qué se nos dijo que quienes querían algo así no eran parte del pueblo, sino de una élite decadente.
A propósito, rolen la agencia de viajes que consigue hoteles en Japón con desayuno incluido a 7,500 por noche. Del descuento en Prada, ni hablar.
Estoy extenuando.
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