Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

La liberación de Israel Vallarta, “presunto” secuestrador y figura central del infame montaje televisivo orquestado por Genaro García Luna en 2005, podría parecer —a simple vista— un acto de justicia tardía.

Sin embargo, en el México de hoy, nada es tan transparente y legal como aparenta. La decisión judicial que lo dejó en libertad tras dos décadas sin sentencia, se convierte en un nuevo capítulo de manipulación política, pero ahora desde el poder morenista.

Sí, el primer montaje es claro: García Luna y sus operadores montaron ante cámaras la detención de Vallarta y Florence Cassez, violando el debido proceso, el derecho a la presunción de inocencia y la dignidad humana.

Fue un circo judicial con fines de legitimación política y control mediático.

Pero el segundo montaje, el actual, es más cínico.

Mientras la administración de Claudia Sheinbaum enfrenta turbulencias por escándalos financieros y posibles nexos de miembros prominentes de Morena con redes de corrupción y crimen organizado —como es el caso de Adán Augusto López y Andy López Beltrán—, el caso Vallarta reaparece, no como una reivindicación de derechos humanos, sino como una conveniente cortina de humo.

O “caja china”, como se puso de moda decir a partir de una película que habla, curiosamente, de los montajes mediáticos.

La jueza que lo libera, el día y la narrativa cuidadosamente difundida desde el aparato federal, apuntan a una estrategia de control del ciclo informativo. ¿Quién se acuerda hoy de los contratos millonarios de los hijos del presidente? ¿Quién exige transparencia sobre los gastos inexplicables de exfuncionarios de Gobernación? ¿Quién cuestiona la opacidad del círculo íntimo de Palacio Nacional?

Israel Vallarta y las presuntas víctimas merece justicia, sí, pero no debe usarse como distractor ni como trofeo de falsa rectificación histórica. Morena no repara abusos del pasado; los recicla según convenga.

Este es el verdadero segundo montaje: utilizar a una víctima del viejo régimen como peón en el tablero de las crisis actuales.

De nuevo, se juega con su libertad, con el dolor de las víctimas del secuestro y con la inteligencia de los ciudadanos.

Del “pueblo”.


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