Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

¿Qué pretenden con el PRI?

“La verdadera oposición contra el oficialismo”, espetó Bernardo Arista, delegado del CEN del PRI, en la Mesa Central de este miércoles a su único oponente (esperemos que por única ocasión), Dino Madrid, representante de Morena ante el INE.

El PRI en Hidalgo (pero también en general) vive su hora más gris.

No por la derrota electoral —que ya es vieja costumbre—, sino por el modo cerrado en que Carolina Viggiano y su círculo de leales están administrando lo que queda del cascarón tricolor.

Más que un proceso de reconfiguración, lo que ocurre en la sede estatal del Revolucionario Institucional es una liquidación encubierta, donde el criterio principal no es la militancia ni la representación, sino la obediencia personal, en la víspera de la renovación de la dirigencia, la que dejó el hoy delegado de Sedatu, Julio Valera, para brincar a varios partidos antes de caer en Morena, junto con las huestes de Omar Fayad.

En este contexto, lo que más circula en los pasillos tricolores no son proyectos, sino rumores: la posible salida de figuras históricas como los hermanos Rojo García de Alba o Benjamín Rico ha puesto en alerta a más de un priista con memoria. No se trata de nombres menores.

Su trayectoria, su estructura y su legitimidad dentro del priismo local son, guste o no, pilares de lo que alguna vez fue un partido de Estado que mandó en Hidalgo por siete décadas.

Si ellos se van —y todo indica que están más cerca de hacerlo que de quedarse—, no solo será otro golpe simbólico: será la demolición final del PRI como partido competitivo en Hidalgo.

Pero el problema no es solo la expulsión silenciosa de los pesos pesados.

 Lo grave es que también se les cierra el paso a los que, pese a todo, están dispuestos a reconstruir.

El propio Bernardo Arista, que ha sabido navegar en la tormenta y mantiene una relación cercana con Alejandro “Alito” Moreno,  ha intentado tender puentes internos y rescatar el espíritu de construcción política que alguna vez distinguió al PRI.

Sin embargo, su proyecto choca con un muro: la voluntad férrea de Viggiano de no permitir que nadie le haga sombra. En lugar de abrir el partido, lo ha encogido. En vez de liderarlo, lo administra como una propiedad cuasi  familiar.

Lo que ocurre en Hidalgo es un reflejo miniatura de lo que ha pasado con el PRI nacional: los liderazgos se vuelven autocráticos cuando el capital político escasea.

Viggiano no está construyendo un nuevo PRI. Está moldeando una trinchera personal desde la que pueda negociar su propia sobrevivencia.

 El costo de eso no será solo la salida de personajes históricos o la marginación de cuadros jóvenes con oficio, como Arista.

El costo será la irrelevancia definitiva del PRI en una entidad que fue su bastión durante casi un siglo.

La pregunta no es si el PRI puede ganar otra vez en Hidalgo. Esa posibilidad ya es remota. La verdadera pregunta es si el PRI sobrevivirá a Carolina Viggiano. Y, por cómo van las cosas, la respuesta no parece alentadora.

Luego entonces, ¿en verdad el PRI es la verdadera oposición?


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