Los Marcos, Mendoza y Rico, ¿misión cumplida?
Quizá no por haber hecho el más aseado de los trabajos políticos que hubiesen querido, pero sí por lograr consenso en la elección más desastrosa de que se tenga memoria.
El cambio de régimen en Hidalgo ocasionó, además de una nueva forma de gobernar, una nueva forma de dirigir a las instituciones políticas en momentos de algidez electoral.
De la nueva forma de gobernar sabremos si será más efectiva, o no, cuando transcurra al menos la mitad del sexenio del gobernador Julio Menchaca.
La nueva forma de hacer política involucra a todos los partidos y confluyen circunstancias ajenas e independientes del poder político.
El hecho de que, en Morena, partido hoy dominante, sea un camión al que todos quieren subirse alegando ser los mejores elementos que hayan podido encontrarse, implica un trabajo titánico de consenso y acomodo para el presidente del partido.
Rico Mercado tuvo que lidiar con los fundadores, con los adeptos genuinos, con los adeptos convenencieros, con los chapulines descarados.
Con todas esas tribus y fuerzas cuyos integrantes pelearon abierta y descaradamente en contra del proyecto morenista en cuanto supieron que no eran los favoritos.
La cruda sentencia de Claudia Sheinbaum, “hay fundadores que no ganan encuestas”, puso un poco de orden en un partido que se hundía por el sobrepeso que carga en sus plataformas.
Rico Mercado podrá decirse satisfecho, pues logró la rasposa e innoble tarea de desechar advenedizos que solo en su imaginación podrían hacer ganar a Morena.
Cargará seguramente con algunos pecados, pero también con una labor de cicatrización que no cualquiera habría logrado.
Marco Mendoza Bustamante, el presidente del PRI, en el otro extremo, logró armar prácticamente de la nada cuadros que si bien en la mayoría de los casos su participación será anecdótica, podrá iniciar una reestructuración del partido al sacudirse los últimos rescoldos de quienes abandonaron el barco por la razón que sea.
Ya entrados en el ánimo bélico, con una cita literaria traducida del latín al español para que cualquiera la entendiese, “la suerte está echada”, del otro lado, nos espera la Victoria.
Desbordante el optimismo cuyos resultados no serán tan valerosos en todos los frentes, pero los renovados bríos priistas darán batalla.
La primera parte de su bautizo de fuego parece haberlos dejado con vida.