Suponiendo… sin conceder

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Adiós al Coneval; golpe final a la transparencia social

Este 23 de junio pasará a la historia como el día en que el oficialismo asestó un nuevo golpe a la institucionalidad en México.

Con la aprobación de la reforma que elimina al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y transfiere sus funciones al INEGI —sin presupuesto, sin garantías y sin independencia operativa— se concreta una más de las decisiones que minan los contrapesos democráticos y la rendición de cuentas.

El Coneval no era un lujo burocrático. Fue una de las pocas instituciones en México que logró construir credibilidad a través de metodologías sólidas, mediciones técnicas y evaluaciones imparciales sobre la pobreza, la desigualdad y la eficacia del gasto social. Su información era una brújula para la sociedad civil, la academia y los gobiernos honestos.

 Su independencia le permitió señalar cuando los programas sociales fracasaban, cuando el clientelismo sustituía a la política pública, y cuando la narrativa del poder se divorciaba de la realidad.

Fue ariete, en muchas ocasiones, de la oposición encabezada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, para señalar las falencias, inoperancias y corruptelas de los oscuros gobiernos del pasado.

El oscuro gobierno del presente ya no necesita que se señale nada de esos

Eliminarlo bajo el argumento de “austeridad” o “eficiencia administrativa” no es más que una coartada para debilitar la vigilancia ciudadana.

El INEGI, aunque es una institución de prestigio, no está diseñado para evaluar políticas sociales ni para emitir juicios cualitativos sobre programas gubernamentales.

 Tampoco se le otorgaron recursos nuevos ni un mandato reforzado. Lo que se hizo fue diluir al Coneval hasta hacerlo desaparecer.

Esta decisión no es aislada. Forma parte de un patrón sistemático: primero fue el INAI, luego los fideicomisos, después el Instituto de Salud para el Bienestar y ahora el CONEVAL. Uno a uno, los órganos incómodos para el poder van siendo desmontados, en una clara ruta de opacidad.

Perder al Coneval no sólo es una pérdida técnica.

Es un retroceso democrático. Sin datos confiables, sin evaluaciones independientes, y sin instituciones que hablen con verdad, aunque moleste, el país camina a ciegas. Y eso, aunque algunos celebren, siempre acaba favoreciendo a los gobiernos que no quieren ser fiscalizados.


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