Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

Un fenómeno de violencia y sinrazón: los antiamericanistas

Porque sí, siempre es un hombre, siempre trasciende la broma futbolera al insulto procaz.

En el futbol mexicano, el odio al América es una tradición tan vieja como la propia liga.

Pero lo que antes era rivalidad deportiva, ahora es virulencia digital y violencia en carne viva.

Los antiamericanistas han cruzado una línea peligrosa: ya no se trata de bromear con “el equipo del sistema”, sino de desear desgracias, agredir a sus aficionados o inventar conspiraciones absurdas que harían sonrojar a cualquier novelista de ficción política.

En redes sociales, cada triunfo del América es recibido con una marea de insultos y teorías del fraude.

¿Ganaron? ¡Corrupción! ¿Perdieron? ¡Por fin justicia!

Y si los árbitros se equivocan —como pasa con todos—, es “robo”, pero solo si beneficia a los de Coapa.

Aficionados, periodistas y hasta exjugadores alimentan esta narrativa como si fuera una cruzada moral.

El América no juega futbol, según ellos: perpetra crímenes.

Pero lo más preocupante es cuando el discurso trasciende la pantalla y se convierte en violencia física.

Hinchas golpeados, insultados, embarrados por portar una camiseta, amenazas a jugadores o familias, pleitos fuera de los estadios.

El odio irracional se ha disfrazado de “pasión” y la crítica legítima ha sido reemplazada por una animadversión ciega.

Ser antiamericanista parece ser más importante que apoyar a tu equipo.

El problema no es odiar al América; el problema es construir tu identidad futbolística solo a través de ese odio. Con una afición prestada.

Porque cuando el futbol deja de ser fiesta y se vuelve campo de batalla, ya todos perdimos, incluso si ganamos.

Altísima responsabilidad tiene (tenemos) los medios de comunicación, periodistas que buscan rating y links fáciles.

En detrimento del deporte y la verdad.

Felicidades, Diablos Rojos.


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