Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

El tino de Benigno

Es comprensible que el presidente de la Asociación de Bares de Pachuca, Benigno Prieto Peláez, haya salido rápida y voluntariamente a descalificar el informe de la DEA.

Después de todo, no debe ser fácil vender cubetazos de cerveza si el ambiente está contaminado con palabras como “cártel”, “narcotráfico” o “violencia organizada”. A nadie le gusta brindar sabiendo que, a unas cuadras, lo que arde no es un mezcal, sino una patrulla.

Lo curioso —y preocupante— es que la reacción de Prieto Peláez no fue la de un empresario que quiere cuidar la imagen de su sector, sino la de un vocero más de esa maquinaria de negación en la que se han convertido ciertos actores públicos.

A estas alturas, desmentir a la DEA parece haberse vuelto un deporte nacional. Que el organismo estadounidense advierta sobre la presencia activa de cárteles en Hidalgo y en prácticamente todo el país es solo “una opinión”, según esta lógica, tan subjetiva como decir que el pulque se toma con o sin moscas.

El problema es que mientras los bares intentan vender normalidad, el estado ofrece señales claras de que no todo está bajo control.

El mismo día que se presentó el informe de la DEA, en Acaxochitlán una patrulla fue incendiada por personas enardecidas. Y por si fuera poco, el Índice de Paz México nos recordó que Hidalgo cayó tres lugares en el ranking nacional.

 ¿Coincidencia? ¿Mala suerte? ¿O simplemente la realidad asomándose con la necedad de siempre?

Resulta preocupante —aunque ya no sorprendente— que la respuesta institucional frente a estas alertas sea minimizar, ocultar. Desde hace años, por supuesto, no nos hacemos tampoco.

Es más cómodo descalificar que enfrentar. Más rentable políticamente fingir estabilidad que admitir que las cosas se están descomponiendo. Y cuando la negación no la ejerce una autoridad sino un líder empresarial, lo que vemos es una peligrosa confluencia de intereses: mientras todos finjan, todos ganan… hasta que alguien pierde.

Y los que pierden, como siempre, son los ciudadanos. Los que no tienen guardaespaldas, ni relaciones públicas. Los que no pueden darse el lujo de vivir en la fantasía de que aquí no pasa nada.

Ellos —nosotros— sabemos que sí pasa. Lo vemos. Lo vivimos. Lo sufrimos.

Pero claro, si uno escucha a Benigno Prieto, Hidalgo sigue siendo ese paraíso provinciano donde la peor amenaza es que se te caliente la cerveza. Todo lo demás —la violencia, los cárteles, los incendios— es una exageración de los medios, una invención de los analistas o un complot internacional contra la buena vibra del centro histórico.

Lástima que los datos no beban.


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