La primera Mesa Central, gracias a Bernardo, Guillermo y Dino
En tiempos de polarización y crispación política, es valioso y necesario reconocer los espacios donde el diálogo, la apertura y el respeto entre visiones distintas no solo son posibles, sino fructíferos.
Por ello, quiero expresar mi agradecimiento a tres figuras que, desde sus respectivas posiciones y militancias, han demostrado un compromiso real con la conversación pública y con el fortalecimiento de la vida democrática: Bernardo Arista, delegado del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en Hidalgo; Guillermo Peredo, delegado de la Fundación Lázaro Cárdenas del Río de Movimiento Ciudadano; y Dino Sánchez Madrid, representante de Morena ante el INE.
Tuvimos la oportunidad de intercambiar ideas y perspectivas sobre temas que hoy son clave tanto para la agenda nacional como para el debate público en Hidalgo.
Uno de ellos, sin duda, es la carta dirigida por la presidenta Claudia Sheinbaum al “movimiento” que la llevó al poder.
Este documento ha sido interpretado de distintas maneras, pero algo es claro: busca reafirmar los principios fundacionales de Morena, insistiendo en la honestidad, la cercanía con el pueblo, la transformación profunda del país y el rechazo a prácticas que desvíen el rumbo del proyecto. La carta también es un llamado a la cohesión interna, al fortalecimiento del liderazgo colectivo y a la responsabilidad que implica gobernar con y para la ciudadanía.
Dialogar sobre este mensaje, en compañía de representantes de partidos con ideologías distintas, permitió contrastar posturas, pero también encontrar coincidencias en el deseo de una vida pública más ética, más transparente y más enfocada en resultados tangibles para la sociedad.
La reciente carta de la presidenta Claudia Sheinbaum a Morena fue clara: el “movimiento” debe volver a sus raíces éticas, desterrar el influyentismo, el nepotismo y evitar el exceso de pragmatismo que lo ha desdibujado en algunas regiones del país. Sin embargo, lo que debería ser un llamado a la congruencia ha sido, para muchos dentro del partido, una sugerencia decorativa más que una directriz obligatoria.
El influyentismo —esa vieja práctica que privilegia el compadrazgo por encima del mérito— sigue presente en nombramientos y candidaturas.
El acceso a los espacios de poder muchas veces se define más por las redes personales que por la preparación o el compromiso con la transformación. Esto traiciona la esperanza de millones que creyeron en un cambio de fondo.
Pero quizá el aspecto más preocupante es el exceso de pragmatismo. En nombre de la “realpolitik”, se han hecho alianzas cuestionables, se han entregado candidaturas a perfiles sin trayectoria social, y se ha justificado todo con tal de “ganar elecciones”. En ese camino, Morena corre el riesgo de parecerse cada vez más a los partidos que alguna vez criticó.
Ejemplos, lo hemos dicho en anteriores oportunidades, sobran en el paso y en Hidalgo, ad náuseam.
El nepotismo, otra de las conductas que la presidenta pidió erradicar, no sólo persiste, sino que ha tomado nuevas formas: hermanos, parejas, hijos y hasta primos ocupan posiciones estratégicas bajo el amparo de liderazgos regionales. Este fenómeno no sólo debilita al partido, también mina su legitimidad ante los ojos de la ciudadanía.
Otro tema que abordamos, y que reviste igual o mayor importancia, es el proceso judicial que está por definirse próximamente. La elección de integrantes del poder judicial —ya sea a través del Senado o de otros mecanismos— no es un asunto técnico o meramente institucional: se trata de una decisión con profundas implicaciones para el equilibrio de poderes, la autonomía de los jueces y la garantía de justicia para la ciudadanía. Que este proceso sea abierto, transparente y discutido con amplitud es una exigencia democrática que no admite postergaciones.
Agradezco que Bernardo Arista, Guillermo Peredo y Dino Sánchez Madrid hayan compartido sus puntos de vista sin dogmas, con apertura al intercambio y con respeto a las diferencias.
En un momento donde lo fácil es encerrarse en trincheras, este tipo de diálogos nos recuerda que el futuro de México no se construirá con monólogos, sino con puentes. Hidalgo, como parte activa del debate nacional, necesita más encuentros así.
Ojalá podamos hacerlo por mucho tiempo.
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