Suponiendo… sin conceder

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Protocolo cero, los privilegios y el pacto

De acuerdo con la información oficial del gobierno de Hidalgo, el Protocolo Cero es un conjunto de medidas para prevenir el acoso y hostigamiento sexual y laboral en las instituciones gubernamentales del estado de Hidalgo.

También, busca promover la igualdad de género y un clima laboral libre de violencia en las dependencias de la Administración Pública Estatal.

Tiene, como todas las leyes, un “espíritu” noble, genuino, que busca el bien común y el bienestar social.

El problema es su correcta aplicación, su justa interpretación, lo que no estará, difícilmente, libre de discriminación, corrupción y todos los viciosos que busca erradicar.

Entre ellos, los privilegios que, como hombres, observamos de forma prácticamente inconsciente quienes no estamos expuestos a ese padecimiento, a ese miedo.

El ejemplo más reciente y más vivo, de viva voz de las víctimas, el de las mujeres que denunciaron haber sido sometidas al acoso que ese protocolo pretende combatir, en la letra cuando menos.

La diputada Tania Meza lo dijo claramente: si el protocolo lo aplica un hombre, empezamos mal; si el protocolo lo aplica un hombre sin sensibilización, terminamos peor.

Los hombres, unos más que otros, no estamos acostumbrados al acoso laboral, sexual y de otras índoles que sufren prácticamente todas las mujeres.

Ese privilegio nos hace tener una visión absolutamente distinta de los hechos. El famoso “pacto patriarcal” nos parece una exageración, nos parece un invento.

Pero cuando vemos que, en un evento público, un funcionario de primer nivel comete, de forma inconsciente, un acto de discriminación, y nadie dice nada, el “pacto patriarcal” cobra vida ante los ojos de todo mundo, aunque no cualquiera lo pueda ver.

Si no es combatido ni siquiera por quienes lo vemos, lo conocemos o lo detectamos, cualquier esfuerzo puede resultar inútil.

Al menos tres intervenciones en las “Jornadas por la paz y bienestar del pueblo” revelaron la inoperancia del protocolo cero en la Secretaría de Educación Pública estatal, particularmente.

En sus denuncias, las víctimas relataron la falta de atención de quienes estaban encargados de escuchar y resolver sus quejas, sin embargo, en todos los casos el proceso se estancó debido a la inoperancia de los funcionarios.

La revictimización fue evidente, lo que sugiere que, en lo sucesivo, las víctimas tendrán una mejor atención en la medida que se atienda la falta de capacitación y sensibilidad de ese primer filtro.

Basta de privilegios, dice la consigna popular, incluso de quienes no los detectamos por la inconsciencia de nuestra educación.

Como por ejemplo, quienes tenemos el privilegio de llegar a casa y sentarnos a la mesa, con la comida servida.


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