La transformación, tan extraña cosa esa que llegó
“La transformación llegó a Cuautepec”, presumió el presidente de Morena en Hidalgo, Marco Antonio Rico Mercado.
Y llega de la mano, y de la sempiterna y pétrea sonrisa gigantesca del candidato ganador, el exdiputado Jorge Hernández Araus.
La transformación, que por definición implica alterar, modificar o variar algo, llegó de la mano de un político que conserva (vaya paradoja ideológica) los usos y costumbres que han prevalecido durante décadas en Hidalgo y por supuesto en el país.
La transformación, un bonito y original eslogan de campaña, llega de la mano de un político que traicionó al grupo que lo había impulsado, el afín a Gerardo Sosa, lo que le valió acres reclamos públicos de sus exaliados, que hicieron evidente el “chapulineo” convenenciero (como todos los chapulineos) que ejecutó Hernández Araus para hacerse de la candidatura y, a la postre, de la presidencia municipal de Cuautepec.
La transformación llegó de la mano de esa defección mercenaria, como tantas otras ha habido en los últimos meses, cuyos ejemplos saltan a la vista.
La transformación llegó de la mano de un exdiputado que no ha aclarado el destino de cerca de cinco millones de pesos, que la Auditoría Superior del Estado observó durante su gestión como presidente del Congreso local.
La transformación llegó a Cuautepec, y llegó después de la declaración del auditor estatal, quien señaló, con todas sus letras: “Araus no solventó, y ya concluyó el plazo”.
La transformación llegó a Cuautepec después de que se supo que las observaciones realizadas al Poder Legislativo, según la ASEH, por 5 millones 9 mil pesos, de los que el también exdiputado morenista, Julio Valera Piedras, solventó lo que le correspondía a su administración y quedó pendiente la de Jorge Hernández Araus, que sigue así: pendiente.
Así llegó la transformación a Cuautepec, con la sonrisa pétrea y sempiterna.
Sonrisa que solo otorga la tranquilidad.
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