¿Es Tiempo de las mujeres?
La frase propagandística ha rozado más lenguas masculinas que femeninas, desde que fue acuñada, o al menos propalada, por el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Bandera de todos (aunque no de todas, a la luz de los hechos), está provista de una carga política y simbólica mayor que de auténtica convicción.
En Hidalgo, fue tomada por la legislatura de la “inclusión”, tan común escucharla en “eventos” donde se promovían los derechos de las mujeres en voz de los diputados hombres, invariablemente.
Ante la mercenaria defección de las y los legisladores del PRI, luego GPI y, finalmente, Morena, la frase tornó al oficialísimo con la misma mendacidad.
Así, el “tiempo de las mujeres” se mantiene como un lema paternalista del machismo político que concede, permite, autoriza a las mujeres ocupar espacios de poder, sin ejercerlo más allá de lo que les permita el político masculino que presume su aliada apertura.
La Cámara de Diputados aprobó, ayer, el dictamen que reforma la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, para crear las secretarías Anticorrupción y Buen Gobierno, de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, y de las Mujeres, la que, a juicio de los tiempos y del discurso oficial, debiera ser pilar fundamental del gobierno federal y los estatales.
La Secretaría de las Mujeres, según la legislación aprobada, deberá establecer y conducir la instrumentación, coordinación, supervisión, seguimiento, implementación y evaluación de la política nacional en materia de mujeres, adolescentes y niñas, igualdad sustantiva y transversalización de la perspectiva de género, prevención, atención y erradicación de las violencias contra las mujeres, adolescentes y niñas, así como el Sistema de Cuidados.
Seguramente este nuevo marco legal le permitirá a la presidenta Claudia Sheinbaum, por fin, ser considerada como la primera presidenta y no como la segunda, en funciones, detrás “del presidente”, mote endilgado al expresidente por todas las voces, incluida, lamentablemente, la de la propia mandataria.
La insolencia del machismo político no se va a terminar con una ley reformada ni con una nueva dependencia gubernamental que llegará a engrosar las filas del burocratismo ramplón.
El tiempo de las mujeres se dará cuando se le deje de rendir reverencia y sumisión a un personaje condescendiente pero opresor.
Llámese como se llame.
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