La “reputación” no la crea el periodismo
Durante un respetuoso e interesante intercambio de conceptos con un amable lector, saltó el tema por antonomasia que provee candentes discusiones entre periodistas y funcionarios: la reputación.
Craso error pensar, en quienes así lo piensan, que el buen nombre de un personaje público se fragua en los medios de comunicación.
No, ahí, acaso, se potencia, se registra el trabajo hecho por ese personaje, para bien o para mal, durante su trayectoria profesional.
Profesional.
Craso error de quienes, en el ejercicio profesional del periodismo, ingresan a los terrenos personales del personaje proclive a ser escrutado, dada su actividad financiada con recursos públicos.
La concurrencia de reclamos de quienes, directa o indirectamente se sienten perjudicados por tal o cual información resulta incluso hilarante.
Si el adversario del lector se vio evidenciado ante algún hecho que desnuda su mal actuar, se celebra. Se felicita.
En cambio, si el interpelado no es adversario o peor aún, es aliado, se critica, se reclama.
Lugar común en el ejercicio periodístico de registrar un hecho, solo eso, registrarlo, publicarlo y, a veces, atreverse a opinar en torno a él.
El intercambio de opiniones siempre es nutritivo, más cuando se buena voluntad se señalase algún error, omisión o negligencia por parte del profesional de la información.
Para eso hay canales conducentes.
Para lo demás, lo relató en una de sus tantas piezas magníficas de periodismo irreprochable el maestro hidalguense Miguel Ángel Granados Chapa: Nunca escriba o diga algo de una persona que no se le pueda decir a la cara.
Y no, no es el caso.
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