“Poder con Propósito”

“Poder con Propósito”

La opinión pública y las mujeres en el poder: entre la legitimidad y la permanencia


Por Yarely Melo Rodríguez

En Hidalgo, aunque muchos de ustedes no lo vean, estamos viviendo un proceso histórico, nunca como antes, hay 41 mujeres gobernandolas cualesencabezan presidencias municipalesUna cifra inédita que debería celebrarse como avance democrático, pero la realidad es otra. En nuestro Estado, tener 41 gobernantes mujeres (el 49% del Estado), ha revelado la fragilidad de nuestra cultura política. 

Entendámoslo bien, esto no fue producto de una convicción social, sino de una acción afirmativa impuesta por el Instituto Estatal Electoral, que obligó a los partidos a postular mujeres en municipios donde nunca había gobernado una con sus contadas excepciones. 

Ese dato, más que triunfalista, es una advertencia. Porque si la opinión pública concluye que estos gobiernos “fallaron”, corremos el riesgo de que la paridad retroceda, y los partidos —todavía árbitros de las candidaturas— vuelvan a cerrar los espacios a más mujeres.

La esfera pública y su sesgo

Jürgen Habermas describió la esfera pública como el espacio de deliberación donde la ciudadanía forma consensos y legitima al poder. Pero ese espacio, lejos de ser neutral, está cargado de desigualdades. 

Para las mujeres en el poder, la opinión pública no es un foro justo: es un tribunal que las juzga con mayor severidad. Un error administrativo menor puede convertirse en escándalo si lo comete una presidenta municipal. Bajo este crisol, su vida privada, sus hijos, su matrimonio o incluso su apariencia son analizados como parte de su gestión pública. En los hombres no sucede así, esos aspectos se trivializan; en las mujeres, se convierten en sentencia. La esfera pública, que debería nivelar, termina reforzando estereotipos.

El peso de la reputación

Arlette Farge mostró cómo la opinión pública no era intangible: se inscribía en los cuerpos, en las trayectorias, en la vida cotidiana de las personas. Así ocurre hoy con las mujeres que gobiernan: una campaña de desprestigio, un rumor o una narrativa negativa pueden marcar su destino político.

El servicio público demanda jornadas extensas, disponibilidad total y resistencia emocional. Para las mujeres, ese peso se multiplica: deben gobernar mientras cargan con la exigencia social de ser madres y cuidadoras. Si priorizan lo público, se les acusa de descuidar lo privado; si atienden la familia, se les reprocha abandonar el cargo. La opinión pública convierte esa contradicción en una condena.

La espiral del silencio

Elisabeth Noelle-Neumann explicó que, la opinión pública actúa como una piel social: quien no coincide con la mayoría percibida prefiere callar para no ser aislado. Así, muchas mujeres evitan defender públicamente a una presidenta municipal atacada, por miedo a ser ridiculizadas ellas también. Ese silencio refuerza la crítica y da la impresión de que el juicio negativo es unánime. En política, esa espiral puede ser letal: las alcaldesas quedan solas frente al escrutinio, sin voces que equilibren la narrativa.

Llegar no basta

El arribo de estas 41 mujeres al poder municipal es, en sí mismo, un sacrificio. Algunas llegaron sin preparación suficiente, porque el sistema no se ocupó de formarlas ni acompañarlas. Otras gobiernan con equipos donde los cargos estratégicos siguen en manos de hombres. Y todas enfrentan la doble exigencia de ser funcionarias ejemplares y madres perfectas.

Llegar, por tanto, no basta. 

La permanencia es el verdadero reto. 

Y en esa permanencia, la opinión pública será determinante.

Opinión pública como aliada

Frente a los hechos que he descrito, la ciudadanía tiene en sus manos un poder enorme: puede fortalecer a las mujeres en el cargo o debilitarlas hasta la renuncia. La diferencia estará en si decidimos medirlas con la misma vara que a los hombres, o si seguimos exigiéndoles perfección en todos los frentes.

Las mujeres representamos el 51% de la población y del padrón electoral en Hidalgo. Esa mayoría debe traducirse en alianza: conceder el beneficio de la duda, exigir resultados con justicia y respaldar la permanencia de estas 41 alcaldesas, incluso al punto de que sigan llegando mas mujeres en la misma condición de paridad. No por indulgencia, sino porque el futuro depende de ello.

Conclusión: romper la lógica del castigo

Habermas nos recuerda que el consenso legitima; Farge advierte que la opinión pública deja huella en las vidas; Noelle-Neumann nos alerta del silencio que normaliza la injusticia. Las tres perspectivas nos llevan a la misma conclusión: si queremos que las mujeres permanezcan en el poder, necesitamos una opinión pública consciente, crítica pero justa, capaz de convertirse en aliada y no en verdugo.

La pregunta ya no es si ellas están listas para gobernar. La verdadera pregunta es si la sociedad está lista para sostenerlas, y con ello sostener una democracia que de verdad represente a la mitad de su población.

Yarely Melo Rodríguez
Abogada, Maestra en Administración Pública

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