Corrupción que no se ve: cuando el pluriempleo se vuelve saqueo silencioso.
Por Yarely Melo Rodríguez
Hay una forma de corrupción que rara vez se denuncia. No tiene escándalo ni sobres cerrados. Pero erosiona la administración pública desde adentro: es el pluriempleo de servidores públicos.
Personas que ocupan un cargo de gobierno y, al mismo tiempo, desempeñan otro empleo, en ocasiones dentro del mismo aparato estatal o en entes relacionados. Dividen su jornada laboral, reparten su tiempo entre responsabilidades distintas y cobran doble salario. Algunos lo justifican por necesidad; otros, por capacidad técnica. Pero en el fondo, se trata de corrupción simple y llana.
Aceptar un puesto en el servicio público implica un compromiso ético total: con la función que se representa, con la comunidad a la que se sirve, con el recurso que se administra. Usar ese tiempo y ese espacio como trampolín personal, como botín político o como moneda de pago de favores de campaña, es desvirtuar el sentido mismo del servicio público.
En Hidalgo, esta práctica es tan común que ha dejado de escandalizar. Es la manera discreta en la que se pagan facturas electorales, se colocan amigos, se negocian silencios. Y mientras tanto, la gestión pública se vuelve ineficiente, la gente no recibe servicios de calidad y los recursos se despilfarran.
Desde la ética pública, no hay excusa válida. No se puede servir a dos jefes. Y quien acepta hacerlo, ha renunciado ya al principio básico de la responsabilidad institucional. El servidor público ético no multiplica sus ingresos con cargo al erario. Multiplica su impacto con entrega total.
La filósofa Adela Cortina lo advierte con claridad: el servidor público no solo debe ser legal, debe ser ejemplar. No basta con no robar. También es inaceptable cobrar por tiempo no trabajado, incumplir horarios, delegar funciones en subalternos sin responsabilidad. El daño no es solo económico: es simbólico, es moral, y destruye la confianza ciudadana.
Por eso vale la pena hablar de esta corrupción invisible. Porque lo que no se nombra, no se combate. Y porque solo una administración pública comprometida con el tiempo, el conocimiento y la voluntad de servir podrá romper el círculo vicioso que hoy impide que gobernar sea, de verdad, sinónimo de dignidad.
Yarely Melo Rodríguez
Abogada, Maestra en Administración Pública