Dinero mata carita, pero no demagogia; ni la demanda de López Obrador.
Por: Fernando Hidalgo Vergara
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha repetido, ad náuseam, que la austeridad republicana, e incluso la indigencia franciscana, son los ideales de todo servidor público afín a su movimiento y su filosofía de vida.
Sin embargo, sabemos, o debiéramos saber, si es que no nos encontramos en vesania mental, que es mera demagogia discursiva. Mentira rapaz, pues.
No es cierto que el presidente viva con 200 pesos en la cartera, no es cierto que no tenga propiedades, no es cierto que no tenga cuenta bancaria, ni tarjeta de crédito o débito.
Es una mentira que utiliza para ganar adeptos y votos, para manipular voluntades a través del discurso ancestral del “pobre pero honrado”.
Vivir en la medianía es una convicción, no un propósito político, y el presidente lo enarbola como una bandera que le granjea la pureza espiritual que necesita para mantener su impoluta imagen.
La austeridad es una filosofía que nadie tiene la disposición de practicar si no es para ganar una campaña política. Para engañar a la gente.
Ejemplos, sobran.
Los viajes al extranjero, presumidos en redes sociales por quienes durante sus campañas pronunciaron hasta el cansancio las frases hechas del presidente.
“Austeridad republicana”, “no mentir, no robar, no traicionar”.
Simey Olvera, secretaria de Estado y Alejandro Chapey Ramírez, Síndico hacendario de Actopan, de viaje por Nueva York.
El mismo Chapey Ramírez, de viaje por Catar durante el mundial de futbol.
El alcalde del cosmopolita municipio de Acaxochitlán, Erick Carbajal, quien presumió un viaje a Chicago y su visita al United Center, casa de los Bulls.
La entonces diputada Susana Ángeles, de vacaciones por el extranjero mientras pendía sobre ella una solicitud de Juicio Político.
El más reciente caso, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del estado, Ana Karen Parra, quien lo primero que prometió al asumir el cargo fue bajarse el sueldo, homologado al del gobernador, por “congruencia”.
Sobra decir que fue lo primero que incumplió, deslumbrada su promesa por el brillo de sus monedas.
Con esa misma desfachatez, el hermano del presidente, Pío López Obrador, demanda a un periodista y a un medio de comunicación que revelaron con contundencia su desprecio por la austeridad.
El “daño moral” del inmoral dañado asciende, según la demanda, a ¡400 millones de pesos! Vaya indignación tan fina y exquisita.
La austeridad como estrategia política se convierte, al primer golpe de la tentación, en una vulgar práctica mendaz, falaz y procaz.