Opinión. Columna invitada

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El Dalai Lama y el interés superior de la niñez

Por: María Concepción Hernández Aragón

Si la imagen resultó grotesca, la acción es infame, sin duda…

De ninguna manera se puede entender como “algo inocente” o como un “acto de amor” lo que el Dalai Lama hizo contra un menor de edad.

Por el contrario, debe ser visto como lo que es: Un acto de abuso sexual que comete una persona adulta aprovechando su doble privilegio: ser hombre y tener liderazgo.

En la vulneración de los derechos de la niñez no hay justificación ni lamentación que valga, el atentado contra la dignidad humana del menorde edad al haberlo “obligado” a besar al líder budista en un acto público cuya imagen le dio la vuelta al mundo y quedará despreciablemente inscrita para la historia de esta humanidad.

No se supera, ni se arregla, con disculparse por el “dolor causado con sus palabras”, menos aún con “lamentar el incidente” con lo cual se intentó reducir al mínimo la trascendencia del hecho victimizante.

Que nos quede claro:

 El interés superior de la infancia implica la obligatoriedad de todos los gobiernos y toda la sociedad de cuidar, garantizar y defender para las niñas y los niños el ejercicio pleno y el respeto irrestricto a sus derechos humanos, empezando por cuidar su dignidad que en este deleznable hecho resultó altamente vulnerada. 

Respetar a las niñas y los niños es una obligación que tenemos todas las personas, independientemente del cargo, la representación, el liderazgo qué se tenga o la cultura de la que formemos parte.

La representación espiritual que tiene el infractor en este asunto debería volcarse en beneficio de la infancia, del mundo, haciendo requerimientos para que los gobiernos construyan andamiajes jurídicos y programáticos que cumplan con lo que implica ser garantes de los derechos de las niñas y los niños.

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