“No me vengan con que los estatutos son los estatutos”.
Por: Fernando Hidalgo Vergara @FHidalgoVergara
En un momento histórico en el país en el que, para millones de personas, la autoridad de un solo hombre vale más que cualquier ley aprobada y publicada por las instituciones establecidas para tal efecto, resulta decepcionante y desalentador que el partido más fuerte de la oposición, o lo que queda de ella, se rija bajo las mismas condiciones.
Al menos, en Hidalgo, donde, luego de la renuncia de casi toda la dirigencia estatal priista, fue nombrado, prácticamente impuesto, el nuevo presidente del partido tricolor en Hidalgo.
El diputado federal, indebidamente recipiendario de la presidencia priista, asumió el cargo sin haber estado antes en la propia dirigencia, en puestos inferiores, como lo marcan los estatutos del partido.
Más allá de los serios traspiés que cometió durante la fallida campaña electoral que coordinó, para llevar a su jefa política, la también diputada Carolina Viggiano, como el maltrato a varios periodistas y haber llamado a los empresarios hidalguenses parte de “la mafia en el poder”, para luego disculparse, Mendoza Bustamante detenta ya la presidencia sin haber fungido como Secretario de Organización y posteriormente Secretario General.
La “prelación”, establecida en los estatutos para estos efectos, no es otra cosa que el orden de prioridad o preferencia con que una cosa o una persona debe ser atendida o considerada respecto de otra u otras, según la definición jurídica más elemental.
En esa definición, bajo el concepto estatutario, la dirigencia estatal le correspondería a Victoria Eugenia Méndez Márquez y a Mayka Ortega Eguiluz, dos mujeres muy cercanas a la secretaria general priista, Carolina Viggiano.
En su artículo 63, los Documentos Básicos del PRI, el máximo documento rector de la vida interna de ese partido, establece que las diligencias del partido tienen la obligación de conducirse con estricto apego a los documentos básicos y normas internas del partido.
Además, promover vigilar el estricto cumplimiento de los estatutos, del código de ética paritaria y de los instrumentos normativos señalados en el mismo documento.
Lo que no se cumplió.
Si la dirigencia nacional puede, o podrá, actuar y proceder conforme mejor le parezca, sale sobrando un documento rector que todo militante debe observar y aun aprenderse para pensar que pertenece un instituto político serio y entonces, en aras de la practicidad, recibir mejor un memorándum en el que se informa que la dirigencia nacional tiene facultad para proceder conforme le de la gana.
Se evitarían muchas disidencias.