Lo dejaron solo

Lo dejaron solo

Carlos Manzo había advertido lo que temía. En un mensaje publicado el 8 de octubre en su cuenta de Facebook, el entonces alcalde de Uruapan, Michoacán, denunció la retirada de más de 200 elementos de la Guardia Nacional que hasta unos días antes reforzaban los operativos de seguridad en el municipio. “Esta decisión deja a Uruapan en estado vulnerable ante las actividades ilícitas del crimen organizado”, escribió. Dos semanas después, fue asesinado.

En su mensaje, dirigido directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum y al secretario de Seguridad Omar García Harfuch, Manzo pedía el regreso de las fuerzas federales y advertía que la policía municipal haría lo posible por enfrentar la violencia, pero que el combate a los delitos federales era una tarea que “correspondía a la Federación atender”. Su publicación, acompañada por un llamado a compartirla “para que pudiera llegar a la presidenta de México”, se convirtió en un testimonio póstumo.

El asesinato de Carlos Manzo se suma a una larga lista de ataques contra autoridades municipales en México. De acuerdo con registros oficiales y organizaciones civiles, más de 20 alcaldes y exalcaldes han sido asesinados en lo que va del sexenio, una cifra que refleja la vulnerabilidad de quienes ejercen el poder local en regiones dominadas por la delincuencia organizada.

En Hidalgo, la violencia también alcanzó a los gobiernos municipales. El alcalde de Pisaflores, Miguel Bahena Solórzano, fue asesinado el 20 de octubre de 2025, tras denunciar amenazas y sin haber recibido medidas de protección efectivas.

Ambos casos exhiben una constante: la distancia entre los municipios y las instancias federales encargadas de la seguridad. En su último mensaje, Manzo había afirmado que los operativos con las fuerzas federales estaban dando resultados, pero que sin explicación alguna fueron retirados. Lo dejaron solo.

Su muerte reaviva el debate sobre la desprotección de los gobiernos locales y el costo político y humano de enfrentar al crimen sin respaldo suficiente. En Uruapan, el llamado del alcalde no fue atendido a tiempo. Su advertencia, publicada días antes de ser asesinado, hoy suena como epitafio.

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