La indignidad del Partido Verde
Por: Fernando Hidalgo Vergara
Una troupe de saltimbanquis.
¿A qué aspiran los volatineros del circo?
A no caerse, o a caer en una red cómoda, cuando la precipitación es inevitable.
A buscar en cada brinco el aplauso del público, al que pretenden agradar con sus saltos mortales.
A pasar de un trapecio a otro, sin miedo a caer pero con terror de perder el aplauso del respetable.
A mantenerse vivos, como artistas del brincoteo y como seres volátiles.
A buscar la ráfaga de viento favorable, para no perder el asidero y seguir encaramado en el trapecio.
A no volar contracorriente, porque eso incrementa el riesgo de caer y en una de esas, no encontrar red protectora.
A no tener que esforzarse para buscar la templanza de los pies en la tierra.
A seguir viviendo del circo, aunque deba cambiar de público y aunque deba cambiar de cielo.
A no tener amigos, para no asumir la responsabilidad de atraparles si caen, o para no arriesgar el no ser asidos a tiempo antes de irse al vacío.
Esta colaboración, publicada en el año 2006 en el diario Unomasuno Hidalgo, hacía referencia al Partido Verde Ecologista de México y su nueva alianza de entonces.
Nada ha cambiado en 17 años.
En las elecciones federales del año 2000 el Verde formó, junto con el Partido Acción Nacional (PAN), la Alianza por el Cambio, la cual resultó vencedora de los comicios y consiguió la presidencia de la República para el candidato del PAN, Vicente Fox.
A partir del año 2003, ha hecho alianzas con el Partido Revolucionario Institucional con el que en 2012 ganó la presidencia con Enrique Peña Nieto con apenas el 38% de los votos.
En 2018, formó la coalición “Juntos haremos historia”, junto con Morena y el Partido Encuentro Social, con la que Andrés Manuel López Obrador accedió a la presidencia de la República.
La veleidosa existencia de ese partido debe ser única en la historia política reciente en el mundo.
Pocos ejemplos de tal indignidad e incongruencia ideológica y política, acaso el de personajes siniestros como el francés Joseph Fouché, cuya supervivencia en la Francia decimonónica se fraguó en el sometimiento de sí mismo ante el poderoso del momento.
Sus primeros dos dirigentes, padre e hijo, Jorge González Torres y Jorge Emilio González Martínez, sin las luces intelectuales del famoso europeo, son sus más recalcitrantes imitadores en ese extraño arte del camaleonismo, o, como se define más actualmente, del chapulineo mendaz.
El más reciente capítulo de la indignidad de este instituto político y quienes lo integran fue el pasaje ocurrido en Coahuila, donde la dirigencia nacional, encabezada por Karen Castrejón Trujillo, acordó con Mario Delgado, presidente de Morena, declinar en favor de Armando Guadiana, un empresario minero y taurino, dos de los distintivos de lo que no comulga con la ideología “ecologista”.
Pero como en estos casos lo que importa es el dinero y el poder y eso solo lo dará quien pueda ganar las elecciones, a la dirigencia nacional del Verde poco le importó y declinó en favor del impresentable morenista.
La declinación se cayó solo porque el candidato local al gobierno de Coahuila, Lenin Pérez, no aceptó que lo hicieran a un lado en la contienda y anunció que no dejará el paso libre a Guadiana.
Y lo hizo, por supuesto, porque lucha no por cargos, sino por principios y por ideales, faltaba más.