Absorción Incierta
“No entendiste lo que quise decir”.
En 1973 el illinoisense Charles E. Redding dejó en claro que: “cuanto mayor sea el número de eslabones de la cadena humana que transmiten un mensaje, más posibilidades existen de que se omitan detalles, o que se distorsione una vez este ha salido de su emisor”.
Un problema histórico de la comunicación organizacional, es que un mensaje puede alterarse muy fácilmente, si quien lo emite, no le da seguimiento hasta su deseable feedback.
Entiéndase feedback o retroalimentación, a la reacción que se quiso provocar en un receptor, mediante la persuasión o disuasión (leer anterior columna).
Quien crea que la retroalimentación es responsabilidad única del emisor, está en un error, ya que generalmente se pudiera atribuir a la fuente (que en este caso sería quién tiene la intención de proyectar un mensaje) y que es de donde inicia (en esencia) el proceso comunicacional.
Lo anterior suponiendo que el emisor sea un profesional de la información, de lo contrario podría ser una responsabilidad compartida, es decir, cabría el siempre (confiable) “no entendiste lo que quise decir y por lo tanto se entendió otra cosa”.
James March y Alexander Simon en su libro “Organizations” sostuvieron que a medida que los mensajes son transmitidos al interior de una organización, tienden a perder detalles, se añaden, se exageran y se modifican según los intereses de quien los emita, y en el caso, habría una absorción incierta del mensaje recibido.
Si alguien llega a este punto debe replantearse, no solo la estrategia, sino de plano, su misma vocación.
Los mensajes del siglo XXI se mueven a tal velocidad que no da tiempo a corregirlos, por lo que la profesionalización en el rubro informativo debe ser tomado como una exigencia por los “entes” que utilizan a los mensajes como una práctica cotidiana, en una creciente (y convenientemente profesional) política de difusión.
De lo contrario, los “errores” tenderán a ser frecuentes en un proceso de difusión de contenido seriado, y más cuando se entrelazan en más de un canal digital, electrónico o físico, donde pasado el “dato” no hay retorno.
A estas alturas, ya debió quedar claro que, sin una fuente confiable, bien documentada y clara, no funcionará ninguna estrategia, por más que el difusor del mensaje sea un emisor experimentado.
A esto se debe agregar que, por la cantidad de información generada, pocas veces se “monitorea” lo previamente estructurado y transmitido, es decir ¿para qué hacerlo? si ya se planeó con tiempo, (siempre y cuando se haya proyectado con una adecuada prospectiva).
Por lo anterior, el mismo Redding llegó a una conclusión demoledora: “cuanto más alta es la posición que se ocupa en la jerarquía de la organización, las decisiones deberán basarse en una información cada vez más detallada” con el único fin que no se presente el comúnmente llamado “teléfono descompuesto”.
Es decir, en este ejemplo, cuando hay una fuente clara y concreta, el emisor no debería tener problemas en la transmisión de contenido por más canales de comunicación que utilicen, y tendrá una clara retroalimentación del receptor, completando asertivamente el proceso de comunicación, que es la carta de presentación de un comunicador profesional.
¿Se imagina lo que pasaría si quién es fuente de una estrategia no toma en cuenta o subestima a su emisor, situado exprofeso para la difusión de contenido? @DanielZarate70