Asertividad efectiva
“Para ser buen comunicador hay que ser buena persona”.
Por Daniel Zárate Ramírez
En la mayoría de las organizaciones la atención se centra casi por completo en los resultados: alcanzar metas, cumplir indicadores y mostrar números que hablen bien del trabajo realizado.
Sin embargo, esos logros no dependen solo de estrategias o planeaciones bien estructuradas, sino de algo mucho más básico: la manera en que nos comunicamos y tratamos a las personas.
La asertividad es precisamente ese punto medio entre hablar con claridad y escuchar con respeto.
No se trata de imponer ni de quedarse callado, sino de generar un diálogo en el que las ideas circulen y las diferencias no se conviertan en pleitos.
Cuando se logra este equilibrio, el ambiente de trabajo cambia: las personas se sienten valoradas, participan más y el resultado final es de mayor calidad.
Ese mismo principio aplica hacia afuera. Cada vez que alguien representa a una organización, el mensaje que transmite no depende solo de las palabras, sino del tono, la actitud y la coherencia con la que se comunica.
Un comunicado, información o incluso un discurso puede estar bien estructurado, pero si se percibe arrogancia o evasión, pierde impacto. En cambio, cuando se habla con firmeza y respeto, se gana credibilidad. Y esa credibilidad, tarde o temprano, se convierte en confianza y en resultados.
Decía Ryszard Kapuściński que “para ser buen periodista hay que ser buena persona”. Esa misma lógica se puede extender a cualquier ámbito: un buen comunicador, dentro o fuera de una organización, no puede sostener su credibilidad si no parte del respeto hacia los demás.
La calidad técnica sirve de poco cuando el trato es áspero o despectivo. En cambio, cuando la comunicación nace de la empatía y de la claridad, la gente escucha, confía y responde. La buena persona y el buen profesional no se excluyen; se refuerzan mutuamente.
Tratar bien a los demás no significa bajar el nivel de exigencia ni renunciar a la autoridad. Significa reconocer a cada persona como alguien que merece una respuesta clara y justa.
Ese tipo de trato construye equipos más sólidos, abre puertas afuera de la organización y genera un efecto en cadena que termina reflejándose en lo que de verdad importa: el logro de objetivos.
Los números siempre cuentan, pero se sostienen mejor cuando detrás hay relaciones humanas sanas y comunicación efectiva. Dicho de manera sencilla: los resultados son la consecuencia natural del buen trato. @DanielZarate70