El Correo…de las Calaveritas.

El Correo…de las Calaveritas.

Hoy honramos esa milenaria tradición, entre bromas oculta, del deseo y la pasión de reír de la
Muerte, en vida.

A los personajes de la vida pública hidalguense, como al jefe Fernández Hasbun, que últimamente no sale del servicio médico forense.

Entre versos y rimas, muerte y desazón, esa mexicana costumbre, no conoce la razón, más que aquella única, de esquivar la suerte.

Esta fecha sin par, en que la muerte llega, solo a molestar, entre el gozo y el recuerdo, que la vida nos suele brindar.

Paséose, pues, la muerte por Hidalgo, y vióse, desde la entrada el acabose, advirtió triste y sin reparo.

Tizayuca en llamas, observó la parca, vaya sorpresa insana, pues viva, solo quedaba Gretchen…y Susana.

Avanzó la muerte, con su estela de azoro y destrucción, cayó en cuenta, que, en Mineral de la Reforma, ¡ya no estaba Félix! quien dejó solo confusión.

Caramba, reflexionó la calaca, flotando entre baches, dedujo que esa gran capital, sin duda, era la ciudad de Pachuca.

A Jorge ¡mi rey! la muerte buscó, le dijeron, en casa Rule encontró; él es el culpable, sin querer carcajeó, de la “Capital de la Transformación”.

Avanzó la calaca, hacia el edificio de la transformación, ya la avizoraba el gobernador Menchaca, no sin mostrar cierta preocupación.

“Vamos avanzando”, el mandatario justificó, déjanos en este mundo, para culminar la transición.

Accedió la muerte, con la mano en el corazón, buscó a otras víctimas, en atención, solamente, al gobernador.

Ahí mismo rondó, en la oficina de gobernación, a Guillermo Olivares Reyna, aquel que negocia con pura fichita, lo vio en tan absorta circunspección, que en paz le dejó, en espera de finalizar su mala rachita.

Bajó la parca, al área de prensa, “aquí debe haber algo”, pensó, pero solo Lalo pasó, quien con disimulo y, sin saludar, empacó.

De buena fe la muerte caminó, hacia otros derroteros en busca de acción, llegó, ¡oh sorpresa! a la Legislatura de la Transformación.

Ahí en el Congreso, la parca cayó en depresión, aquí no tendré buenos momentos, concluyó: en este Poder, ya todos están muertos.

Solo un legislador estaba en plena jornada, a pesar del horario, “es un buen hombre”, pensó, seguro fue procurador agrario.

La calaca se trasladó, en gira rápida y fructífera, al congreso de la Unión, para llevarse a Asael, diputado panista, pero de origen indígena.

El óbito que rondó Hidalgo, por fin se retiró, con mal humor mascullaba: esta tradición se marca, en época de extraordinaria elección, pues los que con afán aspiran, más cerca están de su defunción.

Este correo de las calaveras, hoy, suplantó a las Brujas, habituales en esta su gustada sección.

No se apure, dulzura, que nos veremos con más atención, el próximo lunes, con más información.

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