Milenaria tradición, entre bromas oculta, del deseo con pasión, de reír de la muerte en vida.
Entre versos y rimas, muerte y desazón, esa mexicana costumbre, no conoce la razón, más que aquella única, de burlar la suerte.
Esta fecha sin par, en que la muerte llega, solo a molestar, entre el gozo y el recuerdo, que la vida nos suele brindar.
Paséose, pues, la muerte por Hidalgo, desde la entrada el acabose, advirtió triste y sin reparo.
Tizayuca en llamas, observó la parca, vaya sorpresa insana, pues viva, solo quedaba Susana.
Avanzó la muerte, con su estela de azoro y destrucción, cayó en cuenta, que, en Mineral de la Reforma, todo estaba Félix, y en construcción.
Caramba, reflexionó la calaca, flotando entre baches, coligió que esa gran capital, sin duda, es Pachuca.
A Sergio la muerte buscó, le dijeron, en la casa Rule podría estar; él es el culpable, en sus adentros pensó, que aquí no haya bienestar.
Avanzó la calaca, hacia el edificio de la transformación, ya la avizoraba el gobernador Menchaca, no sin mostrar su decepción.
Vamos empezando, el mandatario justificó, déjanos en este mundo, para culminar la transición.
Accedió la muerte, con la mano en el corazón, buscó a otras víctimas, en atención, solamente, al gobernador.
De buena fe la muerte caminó, hacia otros derroteros en busca de acción, llegó, ¡oh sorpresa! a la Legislatura de la inclusión.
Ahí en el Congreso, la parca cayó en depresión, aquí no tendré buenos momentos, concluyó: en este pobre Poder, ya todos están muertos.
El óbito que rondó Hidalgo, por fin se retiró, con mal humor mascullaba: esta tradición se marca, en época de elección, pues los que con afán aspiran, más cerca están de su defunción.
Este correo de las calaveras, hoy suplantó a las Brujas, habituales en esta sección.
No se apure, dulzura, que nos veremos con más atención, el próximo lunes, con mejor información.