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La hoguera de las vanidades y los 100 días de transformación de Julio Menchaca

Ahora que se puso de moda la “inteligencia artificial”, una variedad muy particular de inteligencia, conviene recordar el célebre e histórico pasaje de la hoguera de las vanidades.

En la Italia del siglo XV, la “falò delle vanità” profirió un cambio radical en la sociedad de la época, vaya, una transformación en el extenso significado del concepto, en que los habitantes se despojaron de sus objetos más vanos y mundanos para purificar no solo su espíritu sino su intelecto.

Así, vimos entonces a personajes de la política estatal y nacional ceder a sus apetitos más veleidosos y, en arranque de vanidosa frivolidad, exponer al escrutinio público sus rostros y figuras modificadas, blanqueadas y estilizadas para deleite propio y escarnio ajeno.

La tecnología artificial, versión moderna de las vanidades ocultas de personajes públicos permitió al gran público de las redes sociales dimensionar el talante intelectual de quien, como mejor propuesta, está la de su rostro transformado y su cuerpo ataviado como súper héroe de cómic hollywoodense.

Una hoguera compuesta por “reacciones”, likes, comentarios y pitorreos simboliza el repudio, de quienes no cargan el compromiso de la lisonja, a esas manifestaciones de frivolidad que no abonan en nada a una auténtica transformación, como la que por necesidad ejerce, con autoridad inflexible, el fuego purificador del trabajo serio y comprometido.

Este día se cumplen 100 del inicio de un gobierno histórico, no solo por el cambio de régimen y de ideología política que se había extendido por casi un siglo en la historia de Hidalgo, sino por la revolución de las conciencias (AMLO dixit) que originó quien la encabezó como candidato y ahora gobierna a las y los hidalguenses.

El triunfo, aplastante por cierto, del ahora gobernador Julio Menchaca fue el triunfo de una propuesta, cimentada en la seriedad, la sobriedad política y profesional, sobre la frivolidad y la estridencia.

Mientras una propuesta montaba un corcel de más de un millón de pesos, la otra recorría a pie barrios y colonias; mientras una propuesta apostaba por la violencia verbal y física “boxeando” (por llamarle de algún modo) contra el aire, la otra concretaba acciones futuras.

Los 100 días de gobierno de Julio Menchaca Salazar son un simbolismo, no exento de vanidades que tendrá que soterrar para no acercarse a la hoguera pública.

No son solo 100 días, son más de tres décadas de prestigio, de trabajo serio, sobrio y respetuoso, no solo de los adversarios sino de la temperancia, las leyes, el Estado de Derecho y los debidos procesos, que no es poco decir.

Esperamos, como sociedad, que algunos ambiciosos y ambiciosas de vanidades fatuas, ávidos de inteligencia artificial, no dilapiden tantos años de buena reputación.

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