CORRUPCIÓN: EL ESPEJO DONDE LAS MUJERES DEBEN CAMBIAR LA HISTORIA
Por Yarely Melo Rodríguez
41 mujeres frente al desafío moral de limpiar el poder en Hidalgo.
En México, la corrupción no es un delito aislado: es un idioma compartido.
Y eso, precisamente, es lo que más nos duele como nación.
Durante siglos aprendimos a convivir con ella como si fuera parte de nuestro ADN cultural. Desde la colonia, cuando el favor se cambiaba por obediencia y el regalo por protección, la corrupción se incrustó en nuestra identidad colectiva hasta volverse costumbre. Pero no hay fatalismo que justifique la deshonestidad. La corrupción no es genética: es cultural. Y por lo tanto, puede desaprenderse.
Hoy, en el estado de Hidalgo, 41 mujeres gobiernan.
Cuarenta y una historias de vida, cuarenta y una voluntades, cuarenta y una oportunidades para demostrar que el poder también puede ejercerse con decencia.
Nunca antes tantas mujeres habían tenido en sus manos la posibilidad real de cambiar el curso del poder público.
Y nunca antes el país había estado tan urgido de ver que eso fuera posible.
Porque mientras el país entero observa cómo la corrupción se expande en todos los niveles, el espejo moral se ha girado hacia ellas.
Las mujeres que gobiernan no solo administran municipios: administran la esperanza.
Tienen frente a sí la posibilidad —y la responsabilidad— de probar que el poder no corrompe cuando se ejerce con propósito.
Durante años se nos dijo que las mujeres éramos “menos corruptibles”.
No porque fuéramos moralmente superiores, sino porque históricamente estuvimos lejos del poder real: ese que decide contratos, reparte obras y compra voluntades.
El sistema nos dejó fuera de la tentación.
Pero ahora que entramos, el reto es mayor: resistirla.
Demostrar que se puede gobernar sin pactar con el cinismo.
Que no se necesita vender la conciencia para sostener la silla.
Este momento es histórico, no por el número de mujeres en el poder, como por el impacto histórico delo que pueden hacer con él.
Si logran hacer política sin repetir la corrupción estructural, si se mantienen firmes ante el chantaje, si priorizan la gestión sobre la transa y la transparencia sobre el silencio, habrán hecho mucho más que gobernar: habrán reescrito el código genético del poder mexicano.
No se trata de idealizar.
Las mujeres también pueden fallar.
Pero lo que las diferencia —si se atreven— es la posibilidad de construir una nueva ética pública: una donde la lealtad no se mida en favores, sino en resultados.
Donde la palabra “honradez” no sea ingenuidad, sino autoridad moral.
Hidalgo es hoy un laboratorio político y moral.
Cuarenta y una mujeres están frente a la oportunidad más grande de sus vidas: demostrar que la corrupción no es destino, sino decisión.
Si lo logran, habrán hecho lo que generaciones enteras de hombres no pudieron:
devolverle dignidad al poder.
“La corrupción no está en la sangre. Está en la cultura. Y solo quienes gobiernan con propósito pueden extirparla.”
Yarely Melo Rodríguez
Abogada, Maestra en Administración Pública
Creadora de RADICAAL, Poder con Propósito y Mujer Soberana
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