Ser, o no ser “chayotero”
Esa es la cuestión.
En una de las informaciones sobre la actuación del gobierno de Julio Menchaca ante la desgracia de las inundaciones de los días pasados, un usuario intransigente consideró que quien esto escribe fue muy condescendiente con la razonablemente buena y eficaz reacción gubernamental ante la tragedia y concluyó que lo dije porque soy “un chayotero” del gobierno.
En días pasados, un alto funcionario estatal de piel delgada, a quien le comenté sobre una información oficial de delitos cometidos en el estado, me acusó de “defender al PRIAN”.
Ni el gobierno del estado ni el “Prian” me pagan un carajo de “chayote”, lo que sea que ellos “piensen” que significa. Porque no les da la gana.
Como a mí me da opinar sin pedirles permiso:
Los tres órdenes de gobierno actuaron con lentitud.
Reaccionaron cuando el agua llegaba a los aparejos, literalmente.
Pero no es la misma responsabilidad: El gobierno federal volvió a ser negligente, pues con todos los recursos a su alcance dejó en la indefensión a los gobiernos estatales, que como pudieron comenzaron a armar sus planes de contingencia cuando ya había caminos cerrados y comunidades aisladas e inundadas.
Los gobiernos municipales, bueno, algunos ni internet tienen para monitorear el clima.
Se repitió el caso del huracán Otis, cuando AMLO quiso advertir que “Otis venía cañón”, pero decidió no hacerlo. Así, nomás. ¿Consecuencias de la negligencia? Por favor, era el señor presidente, el jefe.
El gobierno de Hidalgo activó sus protocolos de emergencia con rapidez, con las limitaciones de un estado pobre, de caminos sinuosos y localidades precarias. Pero la organización, logística, desplazamiento e información fluyeron con eficacia y eficiencia.
El mayor problema es, desde los tiempos oscuros del neoliberalismo hasta los tiempos luminosos de hoy, que las “lluvias atípicas” de cada año, nos agarran con los dedos en la puerta.
Morir, dormir.
No más.
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