Por El Grito con A, sin consignas ni payasadas
El primer Grito de Independencia de Claudia Sheinbaum dejó claro que la presidenta quiso marcar distancia con su antecesor.
Nada de arengas políticas, nada de frases hechas para contentar a las bases de su partido, nada de esa demagogia que Andrés Manuel López Obrador convirtió en costumbre desde el balcón de Palacio Nacional.
Sheinbaum pronunció un grito sobrio, institucional, ceñido al guion histórico: nombró a Miguel Hidalgo, José María Morelos, Josefa Ortiz Téllez Girón (muchos no sabíamos de ese segundo apellido), Vicente Guerrero, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Manuela Molina, “la capitana”, las mujeres indígenas, antes de cerrar con el tradicional triple “¡Viva México!”.
El contraste con López Obrador es evidente. El tabasqueño usó la noche del 15 de septiembre como tribuna política: en 2019 incluyó “¡Vivan los pueblos indígenas!”, “¡Viva la grandeza cultural de México!”; en 2020 gritó “¡Viva la fraternidad universal!”; en 2021 se escuchó “¡Muera la corrupción!”, “¡Muera la avaricia!”, “¡Muera el clasismo!”, “¡Muera el racismo!”, todas consignas con aroma a plaza pública y no a ceremonia de Estado.
En fin, el Grito se volvió, con él, una extensión de sus mañaneras.
Claudia Sheinbaum no cayó en la tentación de usar la ceremonia más simbólica de la República como vehículo de propaganda.
Eligió lo que debía: la memoria de las y los héroes, la solemnidad del rito, el respeto al símbolo patrio.
Quizá para algunos su discurso sonó frío, demasiado sobrio; pero para otros fue un alivio escuchar, por fin, un Grito sin consignas políticas, sin arengas de campaña, sin la carga personalista que desvirtuó durante seis años la conmemoración.
La presidenta se estrenó como jefa de Estado en un balcón que no perdona frivolidades.
Y aunque la historia aún dirá si su sexenio sabrá mantener esa mesura, lo cierto es que este 15 de septiembre, el Grito volvió a ser de México, no de un solo presidente.
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