En Códice

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Infoxicación algorítmica

Por Daniel Zárate Ramírez

“Hoy más que nunca, informarse no significa tener acceso. Significa elegir, filtrar, desconfiar y discriminar mensajes.”

En la actualidad, más que leer, las personas estamos atentas a las notificaciones en nuestromóvil. Todas las mañanas cuando despertamos y encendemos nuestro “celular” o tablet ya hay un resumen de lo que pasó el día anterior: noticias internacionales, la actualización en temas políticos, algún video viral, o alguna información del medio del espectáculo que está llena de “likes” o comentarios. El día transcurre con información a cada momento y a solo una contraseña de distancia. 

Sin embargo, por la noche, no estamos sensibilizados, sino vacunados con temas que antes ni siquiera imaginamos que existían. Ese es el síntoma de una enfermedad comunicacional que llevamos años padeciendo: la infoxicación. 

¿Habías escuchado sobre ella? 

No es nueva, pero ha mutado. Ya no es solo exceso de información: es la experiencia de vivir atrapado en un flujo ininterrumpido de datos, noticias y estadísticas que no pedimos, pero que se instalan en nuestro cerebro de manera irreversible. 

Lo que agrava este “padecimiento” es su aliada más poderosa: la “lógica” algorítmica. A diferencia de lo que ocurría hace una década, ahora los sistemas no solo seleccionan contenidos por relevancia, sino por nuestra reacción emocional y gustos. 

El algoritmo no busca lo que necesitamos saber, sino lo que nos hace “clic”, lo que detona un gesto, una pausa, o una reacción emocional. Por eso, lo que vemos en redes no es necesariamente verdad, ni importante, ni nuevo. Es simplemente lo que más nos impacta.

El resultado es una forma peculiar de agotamiento: sabemos que deberíamos estar informados, pero la forma en que nos llega la información nos deja insensibles. No es ignorancia, es saturación. Una fatiga que no proviene de no saber, sino de saber demasiado sin procesar nada.

Esto afecta algo más profundo que la atención: afecta nuestra confianza. ¿A quién creerle? ¿Qué medio consultar cuando todos parecen competir por vistas? ¿Qué contenido leer cuando todo viene dirigido mediante una aparente inmediatez y “objetividad”? 

Se vuelve común que la gente decida, simplemente, no leer. O leer solo lo que confirma lo que ya piensa. O leer el “encabezado” induciendo el resto de la información. Porque cuestionar cansa, dudar cansa y filtrar también cansa.

Irónicamente nunca habíamos tenido tantas herramientas para acceder a la información, ni tantos pretextos para desconectarnos de ella. La velocidad con la que consumimos mensajes ha superado nuestra capacidad de reflexión. Y ese desajuste está generando una nueva clase de silencio: no el de la censura, sino el del hartazgo.

Hoy más que nunca, informarse no significa tener acceso. Significa elegir, filtrar, desconfiary discriminar mensajes. No se trata de renunciar a lo digital o a la información inmediata, sino de recuperar una forma de seleccionar noticias que no se mida en clics, sino en comprensión y en interés.

Porque si todo importa al mismo tiempo, nada importa del todo.

Desinfoxiquémonos.

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