Alfabetización Digital
“Debemos analizar fuentes, identificar sesgos y usar herramientas como verificadores de hechos.”
Por Daniel Zárate Ramírez
Vivir en América Latina en 2025 significa estar inmerso en una abrumadora cantidad de información que llega por todos lados y medios: mensajes de WhatsApp, videos en TikTok, mensajes en X, Facebook y menormente en páginas web.
Pero, ¿cuántos de nosotros sabemos realmente filtrar lo que consumimos? La falta de alfabetización digital se ha convertido en un problema crítico, una asignatura silenciosa que no solo amplifica la desinformación, sino que también intensifica la polarización y desconfianza.
Me consta como esta carencia afecta a todos, desde las familias en lugares más remotos hasta los debates dentro de los hogares en áreas metropolitanas, ya es hora de hablar de este tema con urgencia y seriedad.
La alfabetización digital no es solo saber usar un celular o navegar en internet. Es entender cómo podemos evaluar la veracidad de un artículo, distinguir un rumor de un hecho o reconocer un video manipulado. Según un informe de UNESCO de 2023, (apenas) el 40 por ciento de los latinoamericanos cuenta con habilidades digitales básicas, y la cifra cae aún más en poblaciones rurales o de mayor edad.
Por ejemplo, todos conocemos a personas que reenvían noticias de hechos sucedidos hace más de 5 años y los dan como vigentes. No con mala intención; simplemente confiaron en el remitente, un vecino quizá, sin cuestionar la fuente. Este tipo de situaciones se repite cientos o tal vez miles de veces al día, y los resultados comunicacionales pueden ser devastadores, si quien los emite, busca confundir, influir o persuadir a conveniencia.
En un estado cercano, durante la época de lluvias, circularon imágenes editadas que mostraban destrozos en lugares remotos, y que databan de al menos 3 años. Una amiga periodista de esa entidad, me contó que su redacción ha pasado días desmintiendo esa información.
Otro ejemplo, en países del sur del continente, durante conflictos políticos, circulan de manera cotidiana, audios de WhatsApp con teorías conspirativas sobre personajes públicos que se viralizan en comunidades con poca señal de internet, y donde el acceso a medios verificados es limitado y sin herramientas para analizar la información, lo que convierte a los receptores en blancos fáciles para la desinformación.
El problema se agrava porque la infraestructura digital en América Latina es desigual. Según el Banco Mundial, en 2024, el 30 por ciento de la población rural aún no tiene acceso confiable a internet. Esto significa que muchas comunidades dependen de fuentes como WhatsApp o la radio local (en los casos que la haya).
Recuerdo una conversación con un colega que cubre una de las zonas más alejadas de la entidad. Me dijo que una fuente de noticias que tenía, era un grupo de WhatsApp del pueblo, cuando le pregunté si verificaba lo que leía, me miró casi extrañado. Para él, la información que llegaba por ese canal era tan válida como un noticiero.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Como alguien que ha sentido la frustración de ver a seres cercanos caer en trampas digitales, creo que la solución empieza por la educación. Debemos enseñar desde temprano a los nuevos usuarios de noticias, sobre cómo debemos analizar fuentes, identificar sesgos y usar herramientas como verificadores de hechos.
Ello no solo nos librará de “fakes” y bulos, sino de fraudes.
Las plataformas, por su parte, podrían implementar alertas más visibles sobre contenido dudoso, algo que ya intentó WhatsApp en 2020 con etiquetas de “reenviado muchas veces”, pero que necesita más alcance.
La alfabetización digital no es un lujo; es una necesidad para que no quedemos atrapados en un ciclo de desinformación y división. Cada vez que veo a alguien compartir un mensaje sin verificar, pienso en lo mucho que nos falta por avanzar. Pero también creo que, con esfuerzo colectivo, podemos cerrar esta brecha invisible y de esa forma construir una sociedad mejor informada. @DanielZarate70