Suponiendo… sin conceder

Suponiendo… sin conceder

Movimiento Ciudadano, autogol

En una jugada que pocos esperaban, Ángel Castañeda —exgoleador de los Tuzos del Pachuca y actual regidor del Ayuntamiento de la capital hidalguense— ha decidido colgar el jersey de Movimiento Ciudadano.

Su renuncia al partido naranja, que lo llevó a la regidora, no es solo un movimiento individual, sino una señal de alarma sobre lo que ocurre tras bambalinas en la naranja política.

Castañeda, figura reconocida por su pasado deportivo y su presencia en el cabildo, ha hecho pública su salida argumentando inconformidad con la dirigencia de su, hoy, expartido.

Esas diferencias insalvables son con Pablo Gómez y Juan Ignacio Samperio, dirigentes del partido.

“La lealtad a un logo jamás debe estar por encima de la lealtad al pueblo”, expresó desde la tribuna del Cabildo capitalino.

Las diferencias con Pablo Gómez no son nuevas, el propio Castañeda y otras figuras emecistas reprochan la eternización de los actuales dirigentes, evidentemente, en razón al control del partido y sus prerrogativas y prebendas.

Han convertido la dirigencia en una trinchera personal, prolongando su estancia más allá del periodo estatutario y cerrando el paso a cualquier forma de renovación interna.

Un partido que presume ser la nueva política no puede permitirse viejas prácticas.

Lo de Castañeda no es un berrinche político, sino una protesta con fundamentos.

Cuando un dirigente político sobrevive a los tiempos que marcan los estatutos, lo que se erosiona no es solo la estructura interna, sino también la confianza ciudadana. ¿Qué puede esperar el electorado de un partido que no respeta sus propias reglas?

La renuncia también revela otro ángulo: cómo los liderazgos locales, cuando se alejan del interés colectivo, terminan empobreciendo el debate democrático.

En lugar de abrir las puertas al diálogo y la construcción plural, se eligen las grillas y los feudos personales. Si Movimiento Ciudadano quiere seguir siendo una alternativa real en Hidalgo, necesita más juego limpio y menos centralismo.

Castañeda, con su salida, pone el dedo en la llaga: la política necesita renovación, apertura y autocrítica.

De lo contrario, ni los goles del pasado ni las buenas intenciones del presente bastarán para anotar en la cancha de la credibilidad pública.

Castañeda se declaró independiente, pero aludió a la “transformación”.

Así que se perfila su incursión por la banda de la izquierda.


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