Suponiendo… sin conceder

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El Fantasma de… Cuautepec

Como aquella confesión de lord Canterville, digna de un hombre de escrupulosa honradez, como lo era, cuando vendió su casa al señor Hiram Otis, pero le advirtió que dentro había un fantasma, un embrujo peligroso, maligno, así, con ese mismo resquemor, el exdiputado y próximo alcalde Jorge Hernández Araus, prometió deshacerse de sus fantasmas y gobernar con toda la transformación de su alma purificada.

Esta analogía más que irreverente, por la que ofrezco sentidas disculpas a Sir Mister William, viene a colación porque, como si fuera un cuento digno de una dramaturgia teatral, Hernández Araus, quien carga tras de sí con casi cinco millones de pesos no solventados en su anterior encargo público, hoy, a punto de asumir otro, hizo alarde de una improvisación que el mismo Stanislavski le envidiaría.

Así, con la idea de que un actor debe crear un personaje creíble, mediante la comprensión de su psicología, la conexión emocional con él, el respetable y la creación de un contexto realista, Hernández Araus aseguró por todos los dioses que cumplirá el acuerdo al que, dice, llegó con la Auditoría Superior del estado para solventar ese detallito que lo persigue desde que asumió como candidato y que incluso le valió un reproche del auditor Jorge Valverde.

Pero como en esta vida todo se puede cuando se suman voluntades, se tienen las condiciones idóneas para que la cuenta pública irregular quede en ceros, pues el acuerdo es entregar la diferencia que resultó de la fiscalización.

Así lo informó el gobernador del estado, Julio Menchaca Salazar.

Por ahí en algún lugar, quizá en un bolsillo, Hernández Araus olvidó los cuatro millones de pesos y, al percatarse, desde luego, lo procedente es reintegrarlos al erario de todo el pueblo hidalguense.

Con una honradez superior, con celo por la honestidad. Así como lord Canterville.

¿Los detalles?

Ya verá cómo los revela el auditor superior del estado.

– Ahora bien: si le gusta a usted tener un fantasma en casa, mejor que mejor. Acuérdese únicamente que yo le previne.

Así dice la obra, en su primer acto.


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