Reforma judicial, ganó la corrupción
La reforma judicial, presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que ocasionó un día lleno de confrontaciones y violencia, es producto de un berrinche y ánimo revanchista en contra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de eso no cabe la menor duda.
El sexenio lopezobradorista finaliza como transcurrió: en medio de la división, discusión y violencia física y verbal.
Una reforma constitucional que, en la práctica, es una vacilada que será virtualmente imposible de concretar para que un ciudadano o ciudadana “de a pie”, tenga posibilidad real de votar para elegir jueces, juezas, magistraturas, ministros, etcétera.
Pero eso no importa, pues la esencia de esta reforma es defenestrar a Norma Piña y a las ministras y ministros que no son afines al presidente de la República.
Ese es el fondo, y la forma en que Morena y sus aliados lograron la aprobación, después de dimes y diretes, de descalificaciones, argüendes y acusaciones, es gracias a la corrupción.
A la corrupción de los integrantes de la oposición.
La corrupción que hartó al pueblo elector y mandó al demonio al PRI, PAN, PRD, que perdieron paulatinamente todas las elecciones en que participaron hasta llegar a la disminución total, hoy en día.
Arañar un voto para no lograr la mayoría calificada en el Senado, como estrategia, es insostenible, esa corrupción de la que hicieron gala por décadas culminó ayer con un auténtico cambio de paradigma judicial.
La repulsiva corrupción de los Yunes, que les obligó a negociar para salvar su pellejo.
La interminable corrupción de priistas y expriistas, que, por conveniencia, por supervivencia y por falta de vergüenza y convicciones, se aliaron al partido en el poder, a regañadientes, haciéndole gestos al gigantesco sapo que debieron tragarse.
Ejemplos abundan, centrémonos en lo local y lo más reciente, con Manuel Ángel Núñez Soto y su excesiva promoción con anhelos presidenciales.
Con Miguel Osorio y su aciago paso por Hidalgo y la Secretaría de Gobernación, que le tienen en sepulcral silencio para no llamar la atención.
Con los pellizcos al erario de Francisco Olvera.
Con los autobonos mlllonarios del diputado de origen indígena, Asael Hernández.
Con Omar Fayad y su grupo político asomándose a la transformación para salvar la vida y que se olvide el segundo piso de la Estafa Siniestra.
Sí, la corrupción ganó esta discusión, la que utilizaron en su favor los oficialistas para doblegar cualquier posible resistencia política de sus adversarios.
Pero principalmente, ganó la corrupción que durante décadas ejercieron a cabalidad, si se me permite la burlesca expresión, quienes ahora se dicen avasallados.
Fueron avasallados en las urnas, lo demás es elemental consecuencia.
Síguelo por X: