Elección histórica, por su impune disparidad
El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, el líder político más influyente en los últimos 20 años, al menos, logró lo que tantos priistas, panistas y perredistas buscaron por años: hacer del cinismo una virtud.
Y de la impunidad, una costumbre.
En el mes de marzo, recién iniciada la campaña presidencial, el mandatario mexicano confesó su injerencia en otro de los poderes de la Unión, como quien le cuenta a un cura sus andanzas mundanas en la niñez.
López Obrador hizo de su conferencia “mañanera” un templete de campaña, en el que, abierta o veladamente, elogiaba a las candidaturas de su partido o atacaba a las de la oposición.
Amparado en la libertad de expresión, el presidente de nuestro país violó la ley electoral poco más de 50 ocasiones, las medidas cautelares impuestas en su contra le hicieron lo que el viento a Juárez.
El propio INE desechó, por unanimidad, diversas peticiones de los partidos políticos, además de la propia candidata opositora, Xóchitl Gálvez, que pedían al instituto realizar una campaña sobre el uso político de los programas sociales, así como cancelar las conferencias mañaneras del presidente.
Las implicaciones legales que esta negativa tuvo son incalculables, la intervención presidencial fue incontenible durante el proceso electoral y no tuvo, ni tendrá ,ninguna consecuencia.
El árbitro electoral vio la falta, supo que lo era y no la quiso marcar.
Una clara, injusta e ilegal ventaja para la hoy ganadora, quien, además, inició su campaña con por lo menos dos años de anticipación incluso en detrimento de sus compañeros de partido, que también aspiraron a contender.
El célebre “cállate chachalaca” que López Obrador le espetó al impresentable expresidente Vicente Fox palidece de vergüenza ante esta andanada de impunidad.
Es evidente que, en ese pasado corrupto que acusa el mandatario mexicano, los presidentes de la República intervenían tanto o más que hoy lo hace el propio López Obrador.
Lo alarmante es que hoy es a plena luz del día, sin recato ni cargo de conciencia alguno.
Ningún simpatizante de Morena y del presidente Andrés Manuel podrá negar, sin mentir, la intervención ilegal del líder “moral” del hoy partido hegemónico, la violación a la ley que se instituyó para evitar lo que él mismo padeció como candidato opositor.
Y si lo hace, será una clara convalidación de la impunidad.
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