Por El rechazo al PRI en las calles
El Partido Revolucionario Institucional, en sus orígenes, logró por fin darle estabilidad política, paz y seguridad al país en las primeras décadas del siglo XX, luego de un siglo aciago de vida independiente donde las guerras contra propios y extraños causaron el sino de desgracia que aún persigue a México.
Al consolidarse, el PRI creó las instituciones que le dieron forma al sistema que hoy, todavía, nos rige.
Pero la grotesca, interminable y cínica voracidad de muchos de sus integrantes crearon la repulsión que siente la gran mayoría de la población mexicana hacia su historia, sus postulados y su nombre mismo,
Hoy, el PRI es sinónimo de corrupción y no es un epítome gratuito:
Sus propios integrantes lo reconocen, como el joven candidato panista a diputado local, Arturo Rivera, quien en un ataque de sinceridad, reconoció que cuando hace proselitismo la marca priista le genera negativos entre la población.
En Hidalgo, uno de los últimos bastiones del priismo, que cayó apenas hace año y medio, sobran ejemplos y ejemplares que alimentan la percepción de un partido lleno de transa.
Los priistas actuales acusan la injusticia de la generalización, y es que quien generaliza, absuelve, pues aseguran que lo peor del PRI ya está en otros partidos políticos.
Pero su historia condena, los hechos sentencian.
El más reciente ejemplo, el saqueo mayor registrado, al menos, al erario hidalguense, la llamada “Estafa Siniestra”, con la cercana participación del hoy expriista Omar Fayad y sus cercanos colaboradores, está demasiado fresco como para que un rostro nuevo y juvenil pueda obviarlo.
La loza que cargan los candidatos de la alianza Fuerza y Corazón por México, por más romántico y eufemístico nombre, es tricolor.
Los lastres mayores para el priismo en Hidalgo, tienen nombre y apellido, uno, está en Noruega como diplomático pirata, el otro, como máximo dirigente, no se cansa de intentar sepultar a su propio partido.
El empuje juvenil no parece ser suficiente para semejante carga.
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