Suponiendo…sin conceder.

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Las piedras universitarias

Por: Fernando Hidalgo Vergara @FHidalgoVergara

La insensibilidad mostrada por el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Octavio Castillo Acosta, a lo largo de todo el interminable conflicto con estudiantes del Instituto de Artes, tuvo su colofón el día de ayer, en su conferencia de prensa.

En un tono de enojo, de molestia, casi de regaño, esgrimió los puntos de vista que como autoridad universitaria sostiene.

E incurrió en el mismo yerro en que se ha basado el crecimiento del conflicto: desdén y menosprecio hacia el movimiento estudiantil.

Un conflicto que alguien con su trayectoria académica y experiencia política debió de haber desarticulado muy poco después de haber iniciado.

Es evidente que no lo quiso hacer o, en el peor de los casos, no lo dejaron. Y no lo dejaron los auténticos mandamases de la UAEH.

Castillo Acosta; sin embargo, incurrió además en soberbia e inhumanidad, ni una sola palabra le merecieron los estudiantes lesionados, la mujer madre de familia severamente golpeada.

Ni una sola mención a su estado de salud, a su estado de ánimo. Ni una sola mención al jovencito que por los golpes que recibió terminó inconsciente y llorando de rabia, dolor e impotencia.

Todo fue para las puertas, las ventanas, los vidrios. Los daños.

La Garza decapitada, ¡oh, tragedia!

Sí, el inmueble es histórico, vetusto, fundado por la venerable Orden de Los Juaninos y un largo etcétera.

Nada de eso vale más que la integridad de uno solo de los estudiantes que estuvieron ahí, en medio de los golpes que el mismo personal universitario repartió.

No hay justificación alguna, Castillo Acosta es el Señor Rector de la máxima casa de estudios, es un académico preparado, es un hombre maduro, no puede, bajo ninguna circunstancia, ponerse al tú por tú con jóvenes estudiantes.

Si en alguien debe caber la insistencia por la mesura, por el diálogo, por la paz, el prestigio y el buen nombre de la UAEH, es en él, no en un puñado de chamacos.

Ser joven y no ser revolucionario, revoltoso y hasta reaccionario, es una contradicción ideológica, biológica.

Pero que en la edad adulta no se tenga la sensatez que para resolver un conflicto se requiere, eso sí es peligroso.

Decía el ínclito, perínclito y egregio catedrático universitario Jorge Hiram Rossete Penagos: «No me choree, jovencito».

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