Por Sin chiste, la mezquindad presidencial.
¿Se imagina usted lo que sintieron las madres, los padres y familiares de los cinco jóvenes asesinados en Jalisco?
Ver y padecer cómo el gobernador de su estado, además de estar absolutamente rebasado, se deslinda con asaz cobardía.
Ver cómo el presidente de la República refrenda su miserable egolatría y, con tal de no abordar un tema negativo para él y su fallida política de seguridad, prefiere hacer dengues y contar un chiste.
¡Un chiste!
Un chiste a costillas de la tragedia de cinco familias, que vieron salir a sus hijos de sus hogares para dirigirse a una convivencia y no volver a verlos con vida.
Un chiste para evadir cuestionamientos, de por si tersos, que pudiesen opacar los logros explicados en la sesión matutina de información y descripción de su país maravilloso.
Un chiste que evitase que una tragedia le gane “la nota de ocho”, esa que tanto le importa, más allá de la maldita realidad.
Un chiste, que opaque a ese otro chiste, el mal chiste de gobierno que encabeza.
Un chiste, que nos haga olvidar el otro chiste, mal chiste, ese que sus zalameros cuentan para hacernos creer que está a la altura de próceres históricos como Miguel Hidalgo o Benito Juárez.
Un chiste, que no nos permita cuestionarnos qué chiste tiene que se levante todos los días de madrugada para reunirse con su gabinete de seguridad, sin resultado alguno.
Fuera de broma, sin chiste, sin hacernos los chistosos, no hay palabras para describir tal mezquindad.
Con qué calidad humana, frialdad de alma y ligereza de sangre se puede alguien reír y contar un chiste ante otra masacre más.
No hay palabras para describir lo que sintieron las familias afectadas.
No hay palabras para describir a los rastreros que, con más chistes, lo defienden y justifican.
No hay palabras.
Así, ¿qué chiste?
