Carlos Monsiváis, el hombre que lo dijo todo sobre el país donde sucede todo
La Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), celebran el 85º natalicio de Carlos Monsiváis Aceves -4 de mayo, 1938–, autor que es un referente ineludible de la producción literaria mexicana.
Su obra se sigue leyendo no solo por el carácter irreverente e irónico de su autor, sino porque sus textos se empeñan en redefinir los límites de la crónica, la narración y el ensayo y en nutrirse sin pena de fuentes usualmente menospreciadas, como el humor, el archivo y hasta el periodismo de nota roja.
Sus “crónicas-ensayos” que encontramos desde lo más temprano de su producción en Días de guardar (1970), pasando por Amor perdido (1977), Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza (1987), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1996) y hasta Apocalipstick (2010), se descubren como clave y ápice de un trabajo que siempre buscó criticar, celebrar y formar parte de ese México de la segunda mitad del siglo XX y su ciudad capital que cambiaban a una velocidad particularmente desenfrenada, y en los que Monsiváis logró observar una identidad nacional más allá de las idealizaciones o los discursos oficiales.
Con esa misma vocación incisiva, Monsiváis dedicó tiempo a explorar las facetas de la literatura nacional, con investigaciones alrededor de autores como Salvador Novo (Lo marginal en el centro, 2000), Amado Nervo (Yo te bendigo, vida, 2002), Octavio Paz (A donde yo soy tú somos nosotros, 1999), además de un texto sobre el género poético (Las tradiciones de la imagen, 2001).
La huella de esa vena crítica del autor es aún más evidente cuando consideramos sus ensayos respecto a las artes visuales, Imágenes de la tradición viva (2006) y el póstumo Maravillas que son, sombras que fueron (2012) además de sus lúcidas reflexiones acerca del quehacer cinematográfico mexicano, las ideologías y contradicciones que lo plagan, tal como puede leerse en A través del espejo: El cine mexicano y su público (1995), Rostros del cine mexicano (1993) y Pedro Infante. Las leyes del querer (2008).
Se volvió con naturalidad inusitada un personaje fundamental de la cultura mexicana, hecho que queda de manifiesto en su legado como cofundador de La Jornada y Nexos o su paso por publicaciones como El Gallo Ilustrado, Estaciones, La Cultura en México, Medio Siglo, México en la Cultura, Personas, Proceso y Unomásuno, además de las preseas que obtuvo a lo largo de su carrera, de entre las que destacan: el Premio Nacional de Periodismo, en crónica, 1977, el Premio Mazatlán de Literatura 1988 por Escenas de pudor y liviandad (1988) y el Premio Xavier Villaurrutia 1995 por Los rituales del caos.
Así como el Premio Anual de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky 1998 por Cinturón de castidad, el XXVIII Premio Anagrama de Ensayo 2000 por Aires de familia (Cultura y sociedad en América Latina), la Orden Gabriela Mistral 2001 otorgada por el Gobierno de Chile, la Medalla al Mérito 2003 otorgada por la Universidad Veracruzana, el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe otorgado por la FIL de Guadalajara 2006, el Doctorado honoris causa por la Universidad Veracruzana y el Doctorado honoris causas perdidas otorgado por la UAM, 2008.
Algunos de los últimos reconocimientos que obtuvo por su carrera literaria fueron la Medalla 1808 por su contribución a la cultura y el avance social y democrático en la capital del país, la Medalla Sor Juana Inés de la Cruz 2008, otorgada por la Universidad del Claustro de Sor Juana, la Medalla Bellas Artes 2008 en reconocimiento a su labor periodística y literaria y el Doctorado honoris causa por su trayectoria literaria y sus aportes a la educación y la vida política del país, otorgado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2009.