El desesperante y desesperado intento de candidatas y candidatos por “caer bien” al electorado nos obsequia, incontables ocasiones, episodios de dislates inverosímiles.
En lenguaje llano, de francas y grandes estupideces.
La necesidad de alcanzar en las encuestas a quienes encabezan las preferencias electorales es un auténtico veneno para los suspirantes rezagados, sus asesores y sus adeptos.
En una de estas tremendas barbaridades incurrió el canciller Marcelo Ebrard Casaubón.
Sus anhelos presidenciales y sus apetitos demoscópicos, esta vez, se pasaron de la raya.
Él, o sus asesores, seguramente entre quienes se encuentra aquel o aquella que le escribió “su libro”, publicaron la foto de una niña, de no más de cinco años, “leyendo” ese mismo libro que le escribieron a Ebrard.
Nadie, entre todos quienes asesoran al canciller, advirtió el disparate que significa exponer de esa manera a una niña.
Nadie advirtió la impudicia, la sinvergüenzada y la ilegalidad en que hicieron caer a quien querían levantar.
En serio, señor Canciller, ¿quién en su sano juicio (libre de repugnantes lambisconerías) creerá que una niña de tan tierna edad tendrá el mínimo interés en leer su biografía?
¿Quién, señor Canciller, en su sano juicio, tendría intenciones de leerla?